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  • La dulcería que conserva el sabor tradicional

    María Victoria Espinosa  (F) Contenido intercultural

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    Una variedad de 300 dulces manabitas se exhiben en cuatro vitrinas de la dulcería Los Almendros, ubicada en Rocafuerte (Manabí).

    Ese negocio, que fue inaugurado en 1998, rescata los sabores tradicionales de los dulces manabitas como el alfajor, huevo moyo, rollitos, conitos, limón relleno, rompope, cocadas, troliches, galletas, bizcochuelos, entre otros.

    La dulcería, ubicada en la vía Rocafuerte – Portoviejo, nació como un proyecto familiar de los esposos Ondina Delgado y Jimmy Romero. Lo instalaron en un pequeño local en esa misma vía. Empezaron con un pequeño horno y una cocina casera. Pero poco a poco fueron implementando nuevos utensilios de cocina.

    Ahora tienen un nuevo local que está dividido en dos. El primero se utiliza para exhibir y comercializar los dulces, helados y lácteos. En la parte externa se instalaron mesas y sillas para que los turistas degusten los productos. En el local trasero se instaló una planta de alimentos, donde se elaboran los dulces.

    El olor a canela y leche que emana ese lugar se esparce por todo el barrio. “Muchas veces los clientes llegan por el olor. Porque saben que todos los días se preparan dulces y que por tanto el producto es fresco”, señala Fernanda Romero, administradora de la dulcería.

    En la planta trabajan unas 12 mujeres montuvias, que son las encargadas de preservar el sabor tradicional. Pero en temporadas turísticas altas como la de las vacaciones escolares en la Sierra, el Día de los Difuntos y Carnaval se contratan hasta 30 personas más porque la clientela fija, de 100 personas diarias, se triplica.

    Durante el día, en la dulcería se fabrican más de 200 variedades, que cuestan entre USD 0,05 y 1. Estos se exhiben en las perchas y los clientes pueden escoger los que más le gustan. Los productos que más se comercializan son los helados caseros, el bizcocho relleno y los alfajores.

    Jorge Merino compra cada semana los cuatro tipos de alfajores (cacao, sal, dulce y de manjar) que se venden en la tienda. “Me gusta que puedo elegir lo que yo quiero. Mientras que en otros lugares las tarrinas ya están hechas y no todos los dulces son de mi agrado”, señaló el cliente.

    Hasta hace dos años, los productos se elaboraban artesanalmente en las estufas y hornos manabitas. Pero por la demanda del producto debieron invertir en hornos y cocinas industriales. “Solo se cambió el instrumento porque la receta y la elaboración es la misma”, explica Romero.

    Las mujeres que elaboran el manjar y las galletas cuentan que la fabricación de esos productos tarda aproximadamente dos horas. En el caso del manjar se debe batir constantemente con una cuchara de madera para que adquiera consistencia y la leche no se queme. “La mujeres montuvias de Rocafuerte aprendimos de las monjitas a elaborar los dulces con los productos que habían en nuestro entorno como la leche, el coco, la harina y la azúcar”.

    Romero señala que los productos tradicionales se han vendido a escala nacional. El año anterior, una tarrina con varios tipos de dulces se podía adquirir en los locales de la cadena de pollos KFC. “Cada año esa multinacional selecciona emprendimientos y los promociona en sus locales. Nosotros estuvimos por cuatro meses”.

    La quiteña Marlene Velasco viaja cada año a Rocafuerte por los dulces manabitas. “El sabor siempre es el mismo. Cuando KFC los vendía en Quito los compraba cada semana”.

    En Los Almendros se ofrecen 300 variedades de dulces, elaborados con productos de la zona como la leche. Fotos: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En Los Almendros se ofrecen 300 variedades de dulces, elaborados con productos de la zona como la leche. Fotos: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • El sabor de Alemania se halla en un negocio en Tumbaco

    Redacción Quito

    En una pequeña calle en Tumbaco, los quiteños pueden encontrar un negocio que tiene esencia alemana. Se trata de Biergarten Páramo, un restaurante que oferta platillos típicos alemanes, como el Schweinshaxe (codillo), la carne Sauerbraten y el postre Apfelstrudel, acompañados de la tradicional cerveza, que es elaborada en el mismo local.

    El grupo detrás de este negocio está compuesto por cinco socios: Santiago Novillo, Paúl Salas, Ulrich Hahl, Stefan Nestler y Andrés Salas. Nestler, nacido en Múnich, se dedica a producir y vender violines y tiene negocios en Alemania, mientras que Salas es ecuatoriano y tiene experiencia en varias empresas y emprendimiento.

    En Biergarten Páramo, uno de los plus es la elaboración de cerveza. Para esto se utilizan ingredientes importados desde Alemania, explican Nestler y Salas.

    La producción de la bebida se realiza de acuerdo con el ‘reinheitsgebot’, esto es una serie de regulaciones sobre cómo producir cerveza para garantizar una experiencia similar a la que se recibe en el país europeo.

    Otro de los valores extras del negocio es la sensación que procuran para los clientes. El negocio recrea un ambiente como el de un Biergarten alemán, que es típico en el estado de Bavaria.

    El proyecto es el esfuerzo conjunto de todos los socios y cada uno aporta algo esencial, ya sea en temas de negocios o de sabores, concuerdan Salas y Nestler.

    La idea arrancó con un local mucho más pequeño en abril del 2014. La acogida creció y el proyecto se volvió más grande. Por eso los socios invirtieron unos USD 100 000 para rentar -en septiembre del 2015- el local en el que actualmente está el Biergarten.

    La realización de este proyecto tomó cerca de dos años y mucha dedicación. Entre los desafíos estuvieron el hecho de ser una compañía pequeña, buscar proveedores, entre otros.
    Actualmente, el Biergarten tiene 11 empleados fijos y factura en promedio USD 35 000 cada mes.

    El negocio atrae a familias que buscan compartir almuerzos juntos los fines de semana, pero también se enfoca en los amantes de la cerveza o cualquier persona que le interese la gastronomía alemana. Los domingos el restaurante recibe a cerca de 200 clientes.

    El Biergarten Páramo busca expandirse y, sobre todo, internacionalizarse. Los creadores comentan que el siguiente paso es abrir el Páramo Bar en Berlín. La apertura tomará lugar dentro de las próximas semanas.

    José Zurita es el dueño de República de la Cerveza en Guayaquil, y vende la cerveza Páramo en su local. Él comenta que sus primeros contactos fueron los dueños de Páramo, y que desde entonces han establecido una sólida relación comercial.

    Hoy en día, la cerveza de Páramo es uno de los productos más vendidos en República de la Cerveza, según Zurita.

    Andrés Salas y Stefan Nestler son dos de los cinco socios de Biergarten Páramo, ubicado en el valle de Tumbaco, al oriente de Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Andrés Salas y Stefan Nestler son dos de los cinco socios de Biergarten Páramo, ubicado en el valle de Tumbaco, al oriente de Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • El sabor nacional se convierte en una experiencia

    Redacción Quito

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    Juan Sebastián Pérez quiso investigar la gastronomía ecuatoriana desde lo más profundo. Asegura que un locro de papas, por ejemplo, puede tener una evolución e historia de cientos de años.

    Todo ese conocimiento de los sabores ecuatorianos quiso plasmarlo en proyecto denominado Identidad Culinaria, que nació hace dos años. Pero el proyecto tomó forma en el restaurante Quitu Identidad Culinaria, que abrió sus puertas hace un año en Las Casas, en el norte de Quito.

    Este lugar busca generar experiencias a través de sus platillos. Por ejemplo, se resaltan postres como la ‘caca de perro’ en helado, los cebiches en jugos cítricos frutales o el cochinillo y maíz de Selva Alegre que mezcla mote sucio, chulpi, morocho y cebolla caramelizada.

    Para iniciar, Pérez invirtió unos USD 40 000 que destinó para la compra de equipos de cocina y adecuación del local.

    Pérez explica que escogió abrir su local en el sector de Las Casas porque le permitía tener una mayor rentabilidad que en otros sitios de mayor costo en la ciudad.

    El chef explica que su modelo de negocio se basa en ofrecer un menú de degustación: el comensal se sienta a la mesa sin una carta y disfruta las opciones que el chef ofrece en ese día.

    “Prácticamente tienes reservados todos los asientos que ofreces con esta propuesta”, asegura el emprendedor.

    Otra de sus fortalezas, dice Pérez, es que los costos de su menú de degustación son accesibles: USD 40. En otros países por este tipo de experiencias se pagan costos mucho más elevados.

    Esto le ha permitido tener la casa siempre llena. Pérez asegura que actualmente Quitu Identidad Culinaria cuenta con reservaciones de mesas hasta agosto de este año. Gracias a ello, el negocio tiene una facturación promedio al mes de USD 15 000.

    Pero este restaurante no es solo la experiencia que ofrece a sus comensales. Los proveedores también son parte importante a la hora de preparar los platos que ofrecen. Para ello ha buscado los mejores ingredientes que den identidad a sus platos.

    El proyecto Identidad Culinaria incluye otras propuestas como el desarrollo de una huerta para el cultivo de sus propios insumos. La idea es crear una terraza, como lo hacían los Quitu Cara, para cultivar diferentes productos agrícolas.

    Pero en concreto, Identidad Culinaria, además de su restaurante Quitu, cuenta con dos proyectos que están en desarrollo que también buscan resaltar la comida nacional. Además, Pérez también es consultor para la apertura de otros restaurantes de colegas de la ciudad.
    Por ahora, Quitu Experiencia Culinaria se está mudando a una casa patrimonial en el centro norte de Quito y reabrirá al público en las próximas semanas.

    Diana Flores, diseñadora, ha asistido a Quitu Experiencia Culinaria y cuenta que “vale la pena asistir” porque el comensal encuentra una diversidad de sabores locales que rememoran alguna parte de la vida de todos los ecuatorianos.

    Flores comenta que la relación precio calidad es lo que más le llama la atención del restaurante debido a la minuciosidad con la que se preparan los platillos. “Este tipo de experiencias podrían costar mucho más por todo el valor agregado y la creatividad”, añade la comensal.

    Daniel Pucuji, parte del equipo, y Juan Sebastián Pérez, fundador del proyecto. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
    Daniel Pucuji, parte del equipo, y Juan Sebastián Pérez, fundador del proyecto. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
  • El sabor natural de las plantas dan vida a este licor

    Valeria Heredia

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    Imagine el sabor de la hoja de limón recorriendo su paladar. Perciba el aroma de la hierbaluisa o el cedrón. Si ya lo hizo, ahora sabe de algunos de los sabores y olores que tiene el licor Amaranto Gin.

    Esta ginebra surgió de la curiosidad de una familia quiteña, que levantó hace un año este negocio en Carcelén, en el norte de Quito.

    En este espacio, ellos levantaron una pequeña fábrica con USD 25 000 de inversión. El monto sirvió para adecuar el sitio y comprar la maquinaria e insumos necesarios para el proceso de destilación de este licor de origen europeo.

    Pero hicieron una segunda inversión (USD 120 000), que sirvió para ampliar la planta y mejorar los procesos de producción.

    Y valió la pena, según reconoce Andrés Jaramillo, emprendedor e impulsor del negocio. Él considera que la pequeña empresa está cerca de convertirse en una industria. Cada mes se producen 4 600 botellas de la bebida.

    Amaranto Gin no es una copia de la ginebra europea, que mezcla sabores importados. Este aguardiente ecuatoriano tiene identidad nacional.

    Las hierbas que surgen de los terrenos de los páramos andinos y de otros sitios del país son los ingredientes que están detrás de este aromático licor.

    El cedrón, la hierbaluisa, el ataco (hecho con horchata), la hoja de limón y el llantén son cinco de los 21 ingredientes que tiene este Gin, que cuenta con tres premios internacionales (uno en Bélgica, otro en España y el tercero en Estados Unidos). Los galardones se entregaron por la calidad y el sabor del producto ecuatoriano.

    La mezcla de sabores típicos de las plantas medicinales del país hizo posible que esta familia emprendedora dé trabajo a otros negocios, que comercializan este tipo de productos. Apoyan unas 50 familias, que entregan los productos de este tipo.

    Marcela García es representante de una empresa exportadora de especies. Ellos entregan al año cerca de 50 kilos de cardamomo a Amaranto Gin. “Es interesante que una empresa utilice este tipo de planta para hacer un producto dentro del país”.

    La elaboración de este licor no es fácil. Antes de sacar el producto a la venta se hicieron varias pruebas y Andrés Jaramillo estuvo encargado de este proceso.

    Su hermana y socia, Gabriela Jaramillo recuerda que la pasión por este tipo de licor surgió cuando su hermano salió del país para estudiar una maestría.

    En ese tiempo el joven emprendedor tuvo la idea de fusionar la ginebra inglesa con productos nacionales. “La materia prima nacional es de calidad, por lo que nos incentivamos para desarrollar el producto”, dice la joven.

    El proceso de elaboración de la ginebra duró un año, ya que hicieron varias pruebas para obtener un producto de calidad. Lo lograron porque el licor es desarrollado de forma natural, lo que garantiza su sabor y aroma de las plantas medicinales. “Es un licor muy noble, que hace que los sabores nacionales salgan a la luz”, señala la hermana.

    La familia Jaramillo tiene varios proyectos como la elaboración de los licores espirituosos y bebidas autóctonas del Ecuador como técnicas internacionales. La elaboración de un ron o un whisky nacionales están en de sus planes.

    Este licor puede degustarlo en espacios como La Guarda o, también, en grandes cadenas de supermercados. En estos últimos espacios ingresaron desde abril.

    La familia Jaramillo apostó por la elaboración del licor conocido como ginebra. Este negocio abrió las puertas a nueve trabajadores y tiene cerca de 40 proveedores de hierbas. Foto: Armando Prado / LÍDERES
    La familia Jaramillo apostó por la elaboración del licor conocido como ginebra. Este negocio abrió las puertas a nueve trabajadores y tiene cerca de 40 proveedores de hierbas. Foto: Armando Prado / LÍDERES
  • El sabor zarumeño impulsa su iniciativa en el norte de Quito

    Redacción Quito

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    Pese a que los platos llevan un mismo nombre, la tradición gastronómica de cada provincia hace que su preparación pueda variar. Por ejemplo, el tigrillo -cuyo ingrediente principal es el verde- cambia de presentación y de modo de preparación.

    En el cantón Zaruma (El Oro) tienen una forma de preparar este plato y otros bocaditos típicos. Y la familia Feijoo Erazo quiso reflejar esta particularidad en su emprendimiento de comida:
    El Café de mi Tierra.

    “Se come bastante verde, bastante yuca. Nuestro tigrillo es verde salteado con queso y huevo. Eso le da una textura distinta al verde”, dice Daniela Feijoo, una de las propietarias del negocio.

    Estos zarumeños residentes en Quito desde hace dos décadas buscan aprovechar la herencia gastronómica de su ciudad natal, para generar ingresos adicionales para la familia.
    Hace un año y medio, Feijoo -quien estudia Administración Pública en la Universidad Central del Ecuador y trabaja como periodista deportiva- pensó en concretar la apertura de su propio negocio y antes de comenzar realizó un estudio de mercado para abrir su cafetería.

    En ese proceso, los emprendedores decidieron que el mejor lugar sería el sector de Las Casas (norte de Quito), barrio que en los últimos años busca consolidarse como un destino gastronómico obligatorio de la capital.

    Con una inversión inicial de USD 8 000, que se destinó para la adecuación de local y de artícu­los de cocina, abrió sus puertas a inicios de julio del año pasado El Café de mi Tierra. Además del primer capital, el negocio ha inyectado más dinero, que en total ya suma USD 12 000.
    Su madre, Geoconda Erazo, se encarga de la preparación de los alimentos y su padre, de la administración del local.

    Otro de los puntales del negocio es el café de Zaruma, producto emblemático del cantón que es reconocido a escala nacional y que también exporta parte de su producción. Entre los tipos de café de la zona están: el arábigo nacional, el caturra rojo y el robusta.

    Los proveedores son aliados importantes del negocio para darle buen sabor e identidad a sus preparaciones. Actualmente, la cafetería cuenta con distribuidores de Zaruma, en productos como quesos, el verde es de Santo Domingo de los Tsáchilas y otros ítems los compran en Quito.

    Gracias a las ventas, el local factura actualmente entre USD 1 500 y 2 000 mensuales.
    Gracias a los contactos que le ha dejado el periodismo deportivo a Feijoo, muchos de los clientes de El Café de mi Tierra son futbolistas de equipos profesionales o comunicadores sociales.

    Uno de ellos es Sebastián Valencia, asistente técnico del Club América de Quito. Valencia acude a la cafetería desde hace cinco meses y destaca sus cómodos precios y la rápida entrega de los pedidos.

    Valencia asegura que llegó al local gracias a redes sociales y añade que desde ese entonces acude frecuentemente para tomar café acompañado de un bolón.

    Andrea Sotomayor, ingeniera en Comercio Internacional, llegó a El Café de mi Tierra hace un año, motivada por la que había escuchado acerca de la tradición de la comida zarumeña. Ella destaca el sabor del tigrillo y asegura que el lugar es ideal para asistir después de la oficina.
    Feijoo cuenta que entre los planes de El Café de mi Tierra está abrir dos locales próximamente. Uno de ellos cercano a universidades y el otro, a oficinas.

    Daniela Feijoo es fundadora del emprendimiento, ubicado en Las Casas, que  maneja junto a sus padres: Geoconda Erazo y  Byron Feijoo. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
    Daniela Feijoo es fundadora del emprendimiento, ubicado en Las Casas, que maneja junto a sus padres: Geoconda Erazo y Byron Feijoo. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
  • El sabor de la abuela se mantiene

    Patricia González

    Como la ropa, la pastelería es una moda que se reinventa todos los años. Cathy Janssen, fundadora de la empresa Sweets, lo sabe muy bien.

    La ingeniera química y magíster en Ingeniería de Alimentos viaja cada año a diferentes destinos a empaparse de la vanguardia en pastelería. Luego adapta lo ­aprendido a sus productos, con el toque nacional. Janssen se ha capacitado en París, Tokio, São Paulo, México y otras latitudes.

    Sweets nació hace 25 años como un negocio casero. Su fundadora, emigrante brasileña con 38 años en el Ecuador, participó en aquel tiempo en un programa pionero de Supermaxi sobre tortas refrigeradas. Fue la cadena de supermercados su primer cliente, a la que para entonces entregaba de cuatro a seis pedidos diarios.

    El emprendimiento fue expandiéndose poco a poco. A los dos años invirtió cerca de USD 50 000 en un pequeño local y en maquinarias para el negocio pastelero. La compañía funcionaba con una nómina de 10 empleados.

    Actualmente, cuenta con 30 trabajadores y desde hace 10 años, las oficinas de Sweets y su planta industrial están ubicadas en el sector El Condado, norte de Quito.

    El olor a ponqué horneado invade cada rincón de la empresa. Al entrar a la planta, el aroma se acompaña de una mezcla de colores. Sus productos en el acabado final son expuestos sobre una gran mesa: el cheesecake de maracuyá o de frutos rojos, la torta Tentación de mora, la Brigadero (torta de chocolate con relleno de leche condensada), cupcakes verdes, amarillos, rosados… Toda una tentación para el paladar.

    Los productos de Sweets se comercializan hoy día en los supermercados Megamaxi, Supermaxi y Akí; en las cafeterías Juan Valdez; en las cadenas de comida rápida McDonald’s y KFC; en el restaurante Vaco y Vaca, entre otros puntos de venta de comida.
    “Los productos son de calidad y cuentan con un buen sistema de logística, que es difícil de encontrar en el país”, comenta Hernán Espinosa, gerente nacional de Operaciones de Juan Valdez.

    En más de 20 locales de la cafetería, ubicados en Quito y en Ambato, se venden productos dulces y salados de Sweets, desde hace siete años. Al mes, le solicitan pedidos por USD 18 000.

    La empresa desarrolla dos líneas de producción: industrial (pasteles sencillos, de consumo masivo) y gourmet (pasteles más elaborados y decorados), para una cartera de 200 productos. Adicionalmente, cuenta con una línea de pedidos especiales para eventos, que incluye tortas, bombones y bocados salados.

    Para Janssen, el éxito de sus productos radica en que conservan el gusto artesanal: “Procesamos industrialmente, pero mantenemos en la receta el sabor artesanal, ese sabor de la abuelita”.

    Otra fortaleza, destaca la Gerenta General, es el desarrollo de productos personalizados. Con cada nuevo producto, Janssen se reúne con el cliente para entender el concepto, la filosofía de la empresa, el target, entre otras variables. “No es igual lo que se vende en Juan Valdez, que en McDonald’s”.

    El servicio de Sweets va más allá de la entrega de pedidos. La empresa pastelera entrena a los empleados de los locales de sus clientes en todo lo concerniente a los productos para su venta final.

    La mayor parte de los insumos es nacional. La compañía de Laura Torres, de nombre homónimo, provee de huevos a Sweets desde el inicio. Los primeros pedidos eran de 600 unidades a la semana. Hoy les despachan 15 000 unidades por semana, por USD 2 500.

    Torres dice que se identificó con Janssen porque es muy correcta en su trabajo. “Es exigente, pide productos de excelente calidad, huevos de 75 gramos en adelante y de clara espesa. Añadido a la puntualidad en la entrega”.

    La empresa de pastelería, que produce entre 3 000 y 5 000 tortas al día, facturó 1,2 millones en el 2016, un 15% menos que en el 2015. Janssen lo atribuye a la situación económica que atravesó el país, durante el pasado año.

    La meta del 2017 es recuperar las ventas, esperan alcanzarla con el desarrollo de nuevos productos de consumo masivo y una línea gourmet personalizada para restaurantes. Este año, Sweets invertirá entre USD 80 000 y 100 000 en maquinarias para el aumento de la línea de consumo masivo y para 2018 está prevista la construcción de una planta más grande, que calculan tendrá un costo de USD 200 000.

    Cathy Janssen / Gerenta General 

     La fortaleza de Sweets está en la calidad de los productos. Procesamos de forma industrial, pero conservamos el sabor artesanal en las recetas, ese sabor de la abuelita. Ahí radica el éxito de nuestro trabajo. Adicionalmente, desarrollamos nuevos productos, personalizados para cada cliente. Me reúno con ellos para conocer el concepto de lo que quieren, la filosofía de la empresa, el target. Luego creo productos con una mezcla entre la vanguardia en pastelería y el toque nacional.

    La compañía pastelera produce entre 3 000 y 5 000 tortas diariamente. Cuenta con dos líneas de producción, una de consumo masivo y otra gourmet. Fotos: Julio Estrella / LÍDERES
    La compañía pastelera produce entre 3 000 y 5 000 tortas diariamente. Cuenta con dos líneas de producción, una de consumo masivo y otra gourmet. Fotos: Julio Estrella / LÍDERES
  • La solidaridad y el sabor, las recetas de este restaurante

    Valeria Heredia

    Su receta es una mezcla de sazón manabita y solidaridad. Los cocineros de este negocio son cuatro amigos que brindan empleo a las personas afectadas por el terremoto de Manabí y Esmeraldas.

    Rubén Corrales, Daniel Encalada, Pablo Pineda y Ximena Oña son los cuatro emprendedores que levantaron el restaurante Megalunch, donde predomina el sabor costeño en cada plato.

    El ‘manaba’, el ‘guayaco’, el churrasco, los apanados, la comida rápida son algunas de las delicias preparadas en este local, ubicado en el interior de un centro comercial del norte de la capital.

    Actualmente tiene cuatro trabajadores de diferentes localidades de Manabí. Ellos realizan trabajos como la preparación de alimentos, ayudantes de cocina, caja y otras actividades. Los cuatro llegaron a Quito tras el movimiento telúrico del 16 de abril.

    Carlos Franco, oriundo de Portoviejo, perdió su casa por el terremoto y emigró a la capital para buscar una mejor situación económica para él y su hijo de tres años. “Mi casa se cayó y no encontré trabajo en Manabí, por lo que busqué otras opciones”.

    Afortunadamente, Franco logró emplearse en Megalunch y se convirtió en ayudante de cocina hace casi un año. Para él, esta fue una oportunidad para ayudar a su familia, a quien visita cada mes en su natal Portoviejo. “Tengo que enviar dinero para la manutención de mi hijo”.

    Emplear a personas que lo perdieron todo tras el movimiento telúrico representa una satisfacción para Rubén Corrales, uno de los mentalizadores del restaurante. “La única forma de ayudar es brindando trabajo a las personas que fueron afectadas”.

    En esto coincide Ximena Oña, quien es parte de los socios del local. Para ella, lo importante es ofrecer estas plazas de trabajo y, mejor aún, si logran que otros emprendedores adquieran la marca y levanten sus negocios propios.

    “Mandamos vituallas una o dos veces hacia Manabí pero la pregunta que nos planteamos es cómo ayudarles a salir adelante luego de lo que pasó”.

    Según Oña, la idea de su restaurante responde a la responsabilidad social que se plantearon este grupo de amigos hace un año.

    En Megalunch además de la solidaridad destaca la innovación en sabores. Cada temporada cambian los platillos que no tienen buena acogida por los clientes. Pero, mantienen los precios, que van desde los USD 3,50 hasta los 5,99; todo depende de las delicias costeñas que se degustan en las instalaciones de este local.

    Otro de sus ‘plus’ es el tamaño de sus platos, que miden hasta 30 centímetros de diámetro. La idea es que las personas queden satisfechas, explica Corrales, quien además comenta que la inversión para levantar Megalunch fue de unos USD 50 000.
    El monto destinado fue para adquirir la indumentaria necesaria para brindar un producto de calidad; se suma que tuvieron que adecuar el espacio para el restaurante, que hoy por hoy factura USD 18 000, al mes.

    Este año está lleno de retos para estos emprendedores, que buscan abrir un nuevo punto de venta en un centro comercial del sur de la ciudad. La constancia y la amistad son las claves para lograrlo, aseguran estos jóvenes que tienen entre 30 y 35 años. Hasta que eso ocurra, estos amigos mantienen su iniciativa de dar una mano a los hermanos de Manabí y Esmeraldas.

    Rubén Corrales, Ximena Oña y Pablo Pineda son tres amigos que levantaron el restaurante Megalunch, en el norte de Quito. Su idea fue ayudar a las personas de Manabí tras el terremoto. Fotos: Paúl Rivas / LÍDERES
    Rubén Corrales, Ximena Oña y Pablo Pineda son tres amigos que levantaron el restaurante Megalunch, en el norte de Quito. Su idea fue ayudar a las personas de Manabí tras el terremoto. Fotos: Paúl Rivas / LÍDERES
  • Una década con el sabor esmeraldeño como bandera

    Redacción Quito

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    Su horario de trabajo es habitualmente de 09:00 a 18:00, pero las lluvias de esta temporada a veces les obliga a detener su negocio más temprano.

    Están ubicados estratégicamente en varios puntos de la ciudad de Quito, principalmente en los exteriores de las administraciones zonales del Municipio.

    Se los puede ver con una sonrisa amplia, detrás de un carrito de acero inoxidable ofreciendo las delicias que provienen del coco. Son los 16 miembros activos de la Asociación Coco y Sabor, que en 2017 cumple 10 años de vida.

    Pese a que la Asociación tiene una década de conformada, el trabajo de estas personas en Quito se remonta mucho más atrás.

    Emenegildo Quintero, el presidente de la Asociación, cuenta que hace más o menos 25 años muchos esmeraldeños trabajaban en la capital de forma precaria.

    Ellos vendían agua de coco en carretas, recorriendo la ciudad desde San Roque hasta 46 puntos diferentes, sin mayores garantías de trabajo. Pero eso cambió.

    Con la constitución de la Asociación -en el 2007- se logró acceder a capacitaciones en ConQuito, enplanes de negocio, creación de microempresas, marketing, manipulación de alimentos, etc. Allí se capacitaron 46 personas, sin embargo el grupo se fue achicando hasta quedar en 22 socios.

    Luego vino la legalización de la marca Coco y Sabor, en el Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI), así como la obtención del RUC.

    También consiguieron acceder a créditos para pasar de las carretas a los coches, con el respaldo del Municipio de la capital.

    Solo para esta herramienta de trabajo se necesitó de una inversión de USD 1 600 hace seis años.

    A lo que se suma otros montos en materiales como vasos, envases, uniformes, etc., que dan un total de USD 2 000 invertido por cada socio.

    La inversión ya se recuperó y de acuerdo a su plan de negocios, se prevé empezar pronto con una nueva fase que es abrir sus propios restaurantes de Coco y Sabor, donde se pueda ofrecer platos propios de la provincia verde, como encocados, tapados y otros alimentos de la gastronomía esmeraldeña.

    Otra idea que tienen es lograr que el Estado les facilite tierras, sea en venta, alquiler, comodato u otra condición, para cultivar más coco, ampliando la producción nacional del fruto.

    Mientras tanto, en los carritos de Coco y Sabor se puede encontrar coco entero, jugo, cocada, chicharrón y aceite de coco.

    Cada socio se hace cargo de 400 cocos al mes, es decir 6 400 frutos que se le compra a un proveedor específico que los trae directo de las zonas de Esmeraldas, La Concordia y La Unión.

    “Nuestro único problema es la lluvia”, comenta Quintero, al asegurar que en los días de sol las ventas son muy buenas. Él afirma que sus clientes los prefieren porque hay una garantía de atención, higiene y calidad.

    Los precios que manejan son de vasos de jugo de 50 y 75 centavos, y de USD 1, botellas de USD 1,25, el balde de jugo de 20 litros en USD 65, cocadas de 50 centavos y de USD 1, chicharrón de coco en USD 1 y el aceite de coco en USD 5.

    Cristian Montenegro, conductor, es un asiduo consumidor de los productos de Coco y Sabor. “Siempre que paso por el Playón les compro un juguito”, dice Montenegro, al confirmar que paga sin problema 25 centavos más de lo que ofrecen otras personas en la calle, porque el confía en la calidad del producto.

    “Son muy cuidadosos con la manipulación y eso es importante”, asegura el cliente.
    Fredy Govea, es uno de los socios de Coco y Sabor, que se ubica en la García Moreno y Bolívar.

    Él asegura que desde que está en la Asociación su vida es diferente porque antes trabajaba solo determinado tiempo y volvía a hacerlo cuando la plata se acababa. “Iba y venía y nunca tenía nada”, dice, al afirmar que ahora tiene un ritmo de trabajo que le permite ahorrar y capacitarse constantemente.

    Los socios venden alrededor de 400 cocos al mes, cada uno, en presentaciones como jugo, cocada y otras. Ellos recorren las calles de Quito. Foto: Facebook
    Los socios venden alrededor de 400 cocos al mes, cada uno, en presentaciones como jugo, cocada y otras. Ellos recorren las calles de Quito. Foto: Facebook
  • Tres generaciones le dieron sabor y tradición al queso

    Sebastián Angulo

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    Solo queso y nada más que queso. Este negocio durante 30 años se ha especializado en la elaboración de este producto lácteo. No leche, no yogur. Solo queso.

    En el sabor de La Holandesa se concentra el trabajo de tres generaciones: la tradición del abuelo Benigno Escudero, el espíritu emprendedor de los padres Enrique Escudero y Catharina Janssen y la innovación de los hijos Álex y Diego Escudero, quienes ahora están al frente de este negocio familiar.

    En los dos últimos años esta empresa no ha dejado de crecer -pese a la contracción de la economía nacional- y al concluir el 2017 prevé que sus ventas se incrementen cerca del 25% del año pasado.

    Esos resultados se cimentaron desde 1986. En ese año, el matrimonio Escudero Janssen, luego de culminar su ingeniería de alimentos en Brasil, regresó al país y buscó industrializar San Enrique: la marca de quesos que Benigno Escudero fundó hace 55 años.

    Para iniciar, la pareja montó una pequeña planta en un terreno de su propiedad en Puembo (al nororiente de Quito), que hasta ahora se mantiene en ese lugar.

    Desde el inicio, La Holandesa -que lleva su nombre debido a que Janssen tiene ascendencia de ese país europeo- colocó sus productos en perchas de cadenas de supermercados como Corporación Favorita.

    En sus tres décadas, el negocio ha consolidado su portafolio en tres tipos de quesos: frescos, mozarelas y semimaduros.

    En la medida en que cadenas de restaurantes se fueron sumando a su portafolio de clientes, como Pizza Hut hace más de 20 años, el negocio ha buscado especializarse más en ciertos tipos de quesos y ha llegado a producir con las especificaciones requeridas para cada marca o franquicia.

    Hace 15 años, Diego Escudero (37 años), la tercera generación, se sumó al equipo de La Holandesa al culminar sus estudios de ingeniería industrial en Georgia Tech (EE.UU.). Luego se sumó su hermano Álex (34 años) que estudió la misma carrera, también en esa casa de estudios.

    En la última década, la nueva generación ha buscado tecnificar y estandarizar procesos. Para ello han invertido alrededor de USD 10 millones en la adquisición de equipos, por lo que actualmente el 90% de su línea de producción es automatizada.

    Ahora, su portafolio de clientes suma más de 50 firmas, entre supermercados y restaurantes como Papa Johns, El Español, Fridays, Café de Tere, KFC y más.
    Los hermanos Escudero cuidan cada detalle en su planta y sus procesos son inspeccionados por las multinacionales a las que venden sus productos. Además, son muy cuidadosos con los insumos.

    Patricio Núñez, administrador de la Hacienda San Carlos, proveedora de leche de La Holandesa desde hace cinco años, sostiene que la empresa les pide una leche de excelente calidad con un conteo bacteriano reducido. “Es una empresa seria, cumplen lo que prometen en cuanto a pagos”.

    Fernando Montenegro, gerente general de Pizza Hut Ecuador, cuenta que La Holandesa es su proveedor desde hace más de 25 años. El aspecto que más destaca de sus quesos es “la consistencia”, es decir, que siempre es el mismo producto. Además, sostiene que anualmente realizan una estricta inspección a su planta. “Sus calificaciones son una de las más altas de la región”, añade.

    Álex Escudero, gerente comercial, y Diego Escudero, gerente general, en las instalaciones de la planta. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Álex Escudero, gerente comercial, y Diego Escudero, gerente general, en las instalaciones de la planta. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Buenos precios y sabor son las marcas de sus locales

    Redacción Quito

    La semana pasada, Le Marché celebró su primer aniversario. Este restaurante, inspirado en la gastronomía francesa, nació en una época marcado por la recesión y esta situación obligó a plantear de entrada una estrategia clara y cliché: bueno, bonito y barato.

    Camila Avellán, su propietaria, cuenta que su propuesta se basa en ofrecer un menú de calidad a los clientes pero a un costo asequible. La emprendedora sostiene que no busca competir con los restaurantes ‘premium’. “No es un sitio para que le traigas a tu esposa a celebrar un aniversario”.

    Le Marché, a decir de Avellán, busca convertirse en el restaurante de la cotidianidad, el de todos los días para sus comensales.

    El concepto de Le Marché -que en francés significa el mercado- engloba a un sitio para comer que cuenta con un espacio en el que el cliente también puede hacer compras de quesos, embutidos, pan, entre otros ítems, elaborados por productores locales.

    Para arrancar, Avellán invirtió unos USD 100 000 que se destinaron al alquiler de un local ubicado en las avenidas Naciones Unidas y 10 de Agosto, compra de mobiliario, equipos de cocina, etc.

    Además, para iniciar la emprendedora contrató a Adrián Escardó, chef argentino que se sumó al proyecto. Escardó señala que decidió dejar su natal Buenos Aires “porque le gustan los retos”.

    El chef ejecutivo de Le Marché define al menú como “gourmet a buen precio (…) no es necesario gastar USD 50 para comer bien”, añade Escardó.

    El restaurante cuenta con una carta que rota cada cuatro semanas, en el que el comensal puede encontrar, por ejemplo, un menú compuesto por budín de espinaca y calabaza, queso ricotta y alioli de maracuyá como entrada; carne de cerdo a la Persillade, salsa de mostaza y vegetales asados como plato fuerte más un postre.

    Un almuerzo ronda los USD 10 u 11 y un desayuno está por los 6. Avellán, previo a incursionar en el negocio gastronómico, trabajó en una marca multinacional de ropa e implementos deportivos en la que aprendió estrategias de merchandising y retail y por ello busca expandirse bajo el esquema de volumen de ventas debido a sus costos reducidos, sin descuidar la calidad.

    La propuesta de Le Marché tuvo éxito y comenzó a expandirse. En agosto del año pasado -para estar a tono de la tendencia de los ‘food trucks’- abrió un quiosco al que le llamó Le Coq, ubicado en la esquina de la avenida República de El Salvador y Moscú. Este es el local ‘express’ de Le Marché en el que el cliente puede encontrar sánduches, café, galletas, entre otros ‘snacks’ para llevar.

    En noviembre, el restaurante abrió su segundo local que está ubicado en la Portugal y Luxemburgo (norte de Quito).

    Gracias a los tres locales, la pequeña cadena tiene una facturación promedio mensual de unos USD 55 000. Ahora, su nuevo objetivo es abrir un tercer local que estará ubicado en la zona de la avenida 12 de Octubre (norte).

    En su página de Facebook sus clientes han dejado buenas impresiones. Por ejemplo, María Emilia Guillén, señaló “aparte de la comida riquísima regreso por tan buena atención”.

    Adrián Escardó, chef ejecutivo, y Camila Avellán, propietaria del restaurante, en el local ubicado en la Portugal. Foto: julio Estrella / LÍDERES
    Adrián Escardó, chef ejecutivo, y Camila Avellán, propietaria del restaurante, en el local ubicado en la Portugal. Foto: julio Estrella / LÍDERES