Etiqueta: familia

  • La palma de coco integra a la familia montuvia manabita

    Redacción Santo Domingo

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    Alrededor de la producción del fruto de la palma de coco gira otra de las tradiciones de los montuvios.

    Los miembros de este grupo étnico desarrollaron en el campo la destreza de cultivar y cosechar este producto como una forma de alentar el uso del tradicional machete en las labores agrícolas.

    Jorge Carvajal, oriundo del cantón Rocafuerte, en Manabí, cuenta que tradicionalmente ese objeto corto punzante ha facilitado la cosecha de diversos productos en las fincas y haciendas.

    Es por eso que se hizo muy útil, por ejemplo, para descender desde las palmas de coco los diferentes racimos del producto.

    En Manabí la demanda del coco es alta debido a los abundantes terrenos con esos sembríos.

    En esa provincia hay 1 489 hectáreas de plantaciones de coco y es la segunda jurisdicción a escala nacional con la mayor cantidad de plantas por debajo de Esmeraldas, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería Acuacultura y Pesca. El clima tropical y subtropical de esa zona facilita la expansión. Ahí crecen las variedades enano, gigante y el híbrido.
    Todas se aprovechan para el consumo y el comercio.

    Lúber Zambrano sabe que para cosechar el coco debe vestir la indumentaria típica del montuvio.

    Él utiliza la camisa de mangas largas de tela y un pantalón sencillo acompañado de un sombrero de paja toquilla.

    De esa forma acude cada semana a su finca en el sitio la ‘recta’ hacia Rocafuerte donde tiene media hectárea de esa plantación.

    Luce ese atuendo tradicional del montuvio para mantener la costumbre de sus antepasados.

    También, lo usa para protegerse de las picaduras de insectos y de los cambios del clima en la Costa.

    En el cantón Rocafuerte existen unas 200 hectáreas con sembríos de palma de coco.
    Los montuvios de la zona aprovechan la cosecha que llega cada dos meses para vender el fruto a los comerciantes manabitas.

    En la vía a Rocafuerte hay unos 80 emprendimientos de venta de agua de coco helada o al clima.

    Los locales están bajo pequeñas chozas construidas con pilares de caña guadúa y paja toquilla, que son elementos característicos del entorno de este grupo étnico de la provincia manabita.

    En las pequeñas covachas hay un congelador, una mesa y sillas para que los clientes que viajan a Portoviejo tomen un descanso mientras degustan del agua de coco. Quienes prefieren beberla en el trayecto piden la presentación en botella de medio litro.

    Jorge Carvajal asegura que esta idea nació como una forma de darle comodidad al cliente.
    “Para sostener un coco se necesitan las dos manos. Para una botella empleas una e incluso es más fácil digerirla”.

    La presentación en botella cuesta USD 1, mientras que el coco original 0,75.
    José Vélez, otro comerciante, dice que sus ventas dependen en gran medida del clima.
    En un día soleado vende hasta 100 botellas, pero en tiempo de lluvias salen 30 unidades.
    Los vendedores aprovechan las paradas de buses y semáforos para llamar la atención y así ofrecer su producto.

    Jorge Carvajal envasa  el agua de coco en botellas de plástico con capacidad para medio litro. Su negocio lo tiene en Rocafuerte, Manabí. Foto: Katherine Delgado para LÍDERES
    Jorge Carvajal envasa el agua de coco en botellas de plástico con capacidad para medio litro. Su negocio lo tiene en Rocafuerte, Manabí. Foto: Katherine Delgado para LÍDERES
  • Un crucero para el verano en familia

    Ana Cristina Alvarado

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    Los cruceros son cada vez más populares entre los clientes de agencias de viajes como Solcaribe o empresas operadoras turísticas como Royal Caribbean. Esto se debe a que la mayor oferta ha permitido llegar a más públicos y que para muchos turistas es más accesible consumir un paquete listo con todas las comodidades y con costos fijos.

    Un viaje en barco es una forma de conocer nuevos destinos, sin la necesidad de empacar y desem­pacar varias veces.

    En Ecuador se ofrecen tours que salen desde diferentes partes del mundo: el Mediterráneo, las islas Griegas, Atlántico Norte, Alaska, Oceanía, Australia y Bahamas. El destino más demandado por el mercado ecuatoriano es el Caribe, de acuerdo con Mario Bautista, gerente de Royal Caribbean Ecuador. Este tour sale de puertos de Estados Unidos, por lo que es necesario tener visa.

    Para quienes prefieren evitar los trámites de la visa, una opción es el crucero al Caribe que ofrece la empresa Pullmantour. Este puede salir desde Panamá, Santo Domingo o Costa Rica, según Evelyn Chávez, representante de Solcaribe, la empresa que comercializa estos cruceros en Ecuador.

    Sin embargo, el hecho de que el barco salga del Caribe no asegura que los paquetes sean más baratos. De acuerdo con la experiencia de Chávez, muchas veces los cruceros que salen de Miami son más económicos.

    Cada barco tiene su encanto. Por ejemplo, hay unos con más de una piscina, toboganes y olas para aprender a surfear. Hay otros enfocados en los espec­táculos, como el Harmony of the Seas, que cuenta con un teatro con capacidad para 1 000 personas, en el que cada noche se presenta el musical ‘Vaselina’.

    Los cruceros temáticos son otra opción. Disney tiene un barco con sus personajes y con actividades en Orlando y RoyalCaribbean ofrece el Nickelodeon Family Cruise.

    Mientras más alejado esté de la fecha de crucero, el precio será más asequible. Para julio y agosto todavía se puede reservar y conseguir precios moderados.

    Los cruceros tienen piscinas familiares y los más grandes,  como el Harmony of the Seas, tiene piscina con olas para hacer surf. Fotos: cortesía Royal Caribbean
    Los cruceros tienen piscinas familiares y los más grandes,
    como el Harmony of the Seas, tiene piscina con olas para hacer surf. Fotos: cortesía Royal Caribbean
  • Que todo quede en familia ¿un riesgo?

    Arturo Castillo, para LÏDERES

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    El endogámico dicho de que es mejor que todo quede en familia se ha convertido en un estilo empresarial global, según un estudio realizado por el UBS Investment Bank en EE.UU.

    Según la consultora Ernst & Young, representan más de dos tercios del total de las compañías y entre el 50 y el 80% del empleo en muchos países.

    Ello no significa que la generalidad de las empresas familiares tengan el éxito garantizado. De hecho, muchas compañías familiares de renombre mundial llegan a un tope donde afrontan los dilemas y conflictos, a veces feroces, de la sucesión.

    Típicamente, el fundador es al mismo tiempo el padre drástico y el jefe absoluto, el macho alfa, el líder de la manada, que no siempre está dispuesto a ceder su lugar a los ‘cachorros’, que pugnan por apropiarse de lo que por herencia les corresponde.

    Hace poco, por ejemplo, el traspaso de 20th Century Fox que el multimillonario Rupert Murdoch hiciera a sus hijos Lachlan y James tuvo episodios dramáticos, que bien pudieron servir como guion para producir un ‘thriller’ en sus propios estudios.

    Roger Ailes, hombre de confianza de Murdoch, fue la manzana de la discordia, pues los herederos no veían con buenos ojos el poder e influencia de un extraño dentro del imperio familiar.

    Otro caso icónico de transferencia generacional y de poder empresarial familiar es el del The New York Yankees. Hank y Hal, hijos del millonario George Steinbrenner, aparecieron en escena sin nunca antes haber participado en la compañía, generando dudas e incertidumbre.

    Obviamente, no todos los negocios familiares tienen tal grado de complejidad ni llegan a amasar esas inmensas fortunas. Generalmente, las empresas crecen al tenor de la capacidad de riesgo para integrar al negocio a socios externos.

    En ese sentido, las empresas familiares suelen ser bastante conservadoras, y aunque parecieran estar libres de las demoras burocráticas, la toma de decisiones puede ser lenta y exasperante.

    El lema es que si hay probabilidades de perder el control de áreas claves del negocio, lo mejor es no expandir la compañía.

    Desde luego, nadie tendrá el grado de entrega y de afecto por la empresa como sus propietarios y gestores. Difícilmente alguien estará dispuesto al sacrificio de largos años, con regímenes laborales matadores.

    La rentabilidad y el éxito de algunas empresas familiares radican en la capacidad para tener una sola mente, un mismo enfoque, un solo propósito.

    La certeza habitual del trabajador de que su esfuerzo es para beneficio ajeno, hace que tome ciertas previsiones, cierta distancia emocional, que no rebase un límite autoimpuesto.

    En cambio, en el caso de la empresa familiar, los individuos saben para quién trabajan y para quién son sus desvelos.

    Sin embargo, la verdadera complejidad de las empresas familiares no radica en lo operativo, en lo organizacional, sino más bien en aspectos subjetivos, en cuestiones relativas a las relaciones inter e intrafamiliares.

    Es decir, los lazos consanguíneos no garantizan la exclusión de sentimientos como la envidia, la rivalidad, la búsqueda de poder; la exigencia de privilegios, el afán de control, el autoritarismo.

    Las ‘guerras santas’ familiares pueden acabar con largos años de esfuerzo
    De otra parte, en las empresas clan son comunes ciertas conductas, como el trabajo obsesivo, la manía del ahorro, la queja crónica, la inconformidad, el sacrificio exhibicionista. Estas formas neuróticas de trabajar pueden atacar a todo el grupo familiar. En esos casos, llegar al hogar deja de ser un consuelo, un remanso. ¿Es el riesgo que hay que correr?

    Muchas compañías familiares de renombre mundial llegan a un tope donde afrontan los dilemas y conflictos, a veces feroces, de la sucesión. Foto: Internet
    Muchas compañías familiares de renombre mundial llegan a un tope donde afrontan los dilemas y conflictos, a veces feroces, de la sucesión. Foto: Internet
  • ¿Vale la pena llevar trabajo a casa?

    Arturo Castillo

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    A cualquiera puede sucederle, alguna vez, que tenga que llevarse trabajo para terminarlo en casa; pero cuando aquello se vuelve un hábito, es tiempo de detenerse a pensar. O bien la persona está jugando a ser supereficiente, a la espera de obtener algún tipo de gratificación, o es víctima de una circunstancia que ha rebasado el límite de lo razonable, que le condiciona y atemoriza.

    En la primera circunstancia, tal vez la persona deba evaluar si la gratificación, el reconocimiento y la compensación que esperaba están por concretarse o si son simples quimeras suyas.

    En el supuesto caso de que su sobreesfuerzo fuera premiado, ya no podrá dar marcha atrás; de lo contrario, sus jefes dirán: “Generosidad con piola. Antes del aumento salarial, hasta se llevaba trabajo a la casa”.

    Si el trabajador pensaba que tenía la situación bajo control, estaba equivocado; su actitud ‘desprendida’ se habrá vuelto una nueva  .

    En cambio, cuando hay coacción, cuando la estabilidad laboral depende de que la persona extienda su jornada para poder absolver la sobrecarga de trabajo, la situación es más compleja.

    El silencio temeroso del individuo, no resolverá la situación. Es muy probable que no tenga el carácter necesario para discutir el tema con sus jefes. Mientras, la tensión irá en aumento en el ambiente familiar. Nada extraño es que el malestar que no puede desahogar en la oficina, lo saque en casa.

    Su frustración será doble. De una parte, la empresa no reconoce el sacrificio, ni lo recompensa materialmente ni lo traduce en gratitud, en un tratamiento preferencial. De otra, la familia no entiende ni colabora, a sabiendas que los desvelos son para lograr un futuro mejor. 
     
    En ese punto, el individuo ya no alcanzará a distinguir las prioridades, no sabrá a cuál de los dos amos servir. Sin embargo, a la postre, será la empresa la que doblegue la voluntad de la persona; las necesidades materiales acabarán por trazarle la ruta de sus decisiones.

    Objetivamente hablando, inclusive si el sujeto tiene un estatus especial dentro de la compañía, las posibilidades de hallar el equilibrio entre trabajo y familia son bastante escasas. Mientras más importante es el cargo, las exigencias son mayores. Un claro ejemplo son los ejecutivos ‘bien pagados’, que no tienen vida propia.   

    Hay que considerar, no obstante, que este complejo puede estar relacionado con el estilo de trabajo del sujeto, con su ritmo, con su tendencia a dejarlo todo para último momento. De hecho, hay personas que aseguran que la adrenalina que produce la angustia les hace funcionar con mayor agudeza y eficiencia.

    La parsimonía, los frecuentes desfases con los cronogramas de trabajo, la procrastinación, también pueden llevar al hábito en cuestión. En esos casos, será providencial la intervención de la empresa, para que la persona cumpla con sus tareas dentro de las horas normales.

    Lamentablemente, la supervisión permanente será necesaria, mediante un registro de avance del trabajo. Al atrasado no le gustará, pero será para su propio bien y de la empresa.

    La única contraofensiva posible es la recuperación consciente del tiempo, administrándolo de forma prudente y efectiva. Por ejemplo, haciendo un recorte de todo aquello que resulta superfluo e improductivo, como las interminables reuniones, como el mal hábito de la dispersión mental o el uso compulsivo de los aparatos electrónicos, tan omnipresentes en el día a día de las personas.

    Al término del día, el tiempo habrá alcanzado como para no tener que hacer de la casa una extensión de la oficina.

    Si va con tarea al hogar es para una gratificación o una señal de que ha rebasado el límite razonable.
    Si va con tarea al hogar es para una gratificación o una señal de que ha rebasado el límite razonable.
  • Esta familia rescató la receta de los alfajores

    Sofía Ramirez

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    Alfajores de maicena con relleno de guayaba y galletas de avena son los productos que ofrece Alymentec.

    Este emprendimiento familiar tiene una trayectoria de 20 años en el mercado ecuatoriano y su valor agregado es el uso de las recetas tradicionales quiteñas para la preparación de estos postres señala Andrés Cascante, administrador de este negocio.

    Según el emprendedor de 33 años, la idea fue recuperar las recetas quiteñas para los alfajores. Los dulces aparecieron en América Latina durante la Colonia y eran consumidos especialmente por las tropas que venían desde España, explica el quiteño.

    La idea de iniciar con Alymentec en 1997 surgió de Rocío Aguayo y Patricio Cascante, padres de Andrés. Ambos son ingenieros agrónomos y siempre estuvieron involucrados en temas agrícolas. Ellos vieron la oportunidad de comprar una galletería y como en la familia Cascante ya había la tradición de preparar postres y panes decidieron poner manos a la obra al nuevo proyecto.

    Rocío Aguayo se encarga de la producción de los alfajores y galletas que venden con las marcas Alfajores de la Aldea y Galletitas de dulce Kiro, respectivamente.

    Aproximadamente USD 15 000 al cambio de 1997 se invirtieron para comprar el taller artesanal que se encuentra en el sur de Quito. Con el dinero adecuaron el espacio y compraron maquinaria como hornos y batidoras.

    Rocío Aguayo explica que el rescate de las recetas tradicionales para los alfajores fue complicado en un inicio. Pero el uso de la maicena y otros ingredientes permiten que la masa sea más delicada y suave al consumirla.

    Patricia Torres, asesora de ventas de La Fabril, explica que le entrega marva -una margarina especial- a Alymentec. Este insumo es ideal para la elaboración de alfajores y galletas, debido a que le da suavidad y consistencia a la masa. El emprendimiento hace cuatro años compra cada mes de dos a tres bloques de marva, de 27,5 kilos cada uno, a La Fabril.

    En el taller de Alymentec la elaboración de los alfajores dura dos días. La capacidad de producción es de 500 paquetes de cuatro unidades cada semana.

    En cuanto a la preparación de las galletas de avena, Aguayo indica que utilizan la clara del huevo en lugar de agua, para la masa. Cada mes se invierte entre USD 500 y 800 para la compra de materia prima en el negocio.

    Abrir mercado en los primeros meses, después de inaugurarse la primera producción de Alymentec fue complicado, indica Aguayo. No obstante, en 1998 lograron ingresar a una cadena de supermercados a escala nacional, en la que tienen presencia hasta la fecha.
    Desde ese año hasta el 2014, las ventas anuales del emprendimiento eran por cerca de USD 60 000. Pero desde el 2015, año en el que se sintió la contracción económica en el país la facturación bajó a USD 28 000.

    Alymentec tiene cuatro clientes corporativos, entre ellos restaurantes y cafeterías. Lorena Toro, administradora de la cafetería El Naranjo, ubicada en el norte de la capital, vende los alfajores marca Alfajores de la Aldea desde el año pasado. El producto tiene buena aceptación entre los clientes que frecuentan el establecimiento: en promedio vende 40 paquetes de alfajores a la semana, dice Toro.

    Para este año, la estrategia de Alymentec será levantar las ventas. Para eso se unieron con una firma privada que está elaborando chocolate con almendras; el objetivo es que el producto sea el relleno de los alfajores. También, introducirán nuevamente el tradicional alfajor de manjar. Asimismo, asistirán a ferias artesanales para convertir al producto en una marca de consumo masivo. Y visitarán otras cadenas de supermercados a escala nacional.

    Rocío Aguayo y su hijo, Andrés Cascante, le dan vida a Alymentec. El emprendimiento familiar elabora alfajores y galletas de avena. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
    Rocío Aguayo y su hijo, Andrés Cascante, le dan vida a Alymentec.
    El emprendimiento familiar elabora alfajores y galletas de avena. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • La construcción y la familia se combinan

    Sofía Ramirez

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    Nueve años le tomó a la familia Paredes levantar y consolidar su empresa en el sector de la arquitectura y la construcción. Cuatro Paredes Arquitectos es el nombre de este emprendimiento familiar que ofrece tres líneas de negocio: el diseño y construcción de conjuntos habitacionales y almacenes; la venta de material de construcción; y el alquiler de maquinaria para la ejecución de obras.

    Además la visión de la empresa es gestar nuevos emprendimientos vinculados a la actividad principal, que es la arquitectura y construcción, explica Mauro Paredes Llanos, de 65 años y presidente de la firma.

    El quiteño, que cuenta con una experiencia de 35 años en arquitectura, indica que otro ‘plus’ que los diferencia en el mercado es el financiamiento. Es decir, mientras el cliente gestiona el desembolso económico para el proyecto, Cuatro Paredes Arquitectos continúa ininterrumpidamente con la ejecución de la obra.

    Paredes detalla que antes de formar la empresa trabajó en proyectos -de manera autónoma-. También observó que sus hijos, Valeria y Paúl, por iniciativa propia, se interesaron en la profesión de su padre. Ambos estudiaron la misma profesión en la Universidad Central, en Quito.

    “Aprendimos de la profesión cuando trabajamos en empresas privadas afines al sector”, indica Paúl Paredes, gerente de la firma. Posteriormente, el tercer hijo, Mauro Jr. Paredes se involucró en el negocio encargándose de la parte administrativa.

    Cuando todos los miembros de la familia Paredes unieron sus conocimientos en el tema de arquitectura, decidieron darle forma a Cuatro Paredes Arquitectos, en febrero del 2007.
    La idea del nombre viene de una anécdota familiar, explica Valeria Paredes: “A nuestra mamá siempre le decían que estaba entre cuatro paredes por sus hijos y su esposo”. Lo que quedó perfecto para posicionarlo como nombre de la entonces naciente firma.

    En los primeros meses de haberse constituido la empresa, los cuatro arquitectos buscaron clientes pequeños hasta que dieron con Almacenes TÍA, indica Paúl Paredes. La iniciativa familiar se enteró que la cadena tenía la intención de construir una sucursal en Cayambe. Al ser un proyecto a gran escala, los cuatro representantes de la empresa unieron esfuerzos para trabajar en la construcción.

    Sara Lema, gerente Técnico de Almacenes TÍA, cuenta que hace diez años trabajan con Cuatro Paredes Arquitectos. El trabajo que la empresa familiar ha realizado para la cadena son las construcciones de tiendas y una bodega ubicada en la zona de Calacalí, en las afueras de Quito.

    La vocera de TÍA detalla que el servicio de la empresa de arquitectos ha sido positivo y los tiempos de entrega de las obras se han cumplido de manera responsable.
    En el 2008, Cuatro Paredes Arquitectos abrió su segunda línea de negocio: la ferretería mayorista Ottoparte.

    Esta distribuye de material de construcción a otros negocios similares y también provee del material a la constructora las 24 horas, los 365 días al año para la ejecución de los proyectos.
    “Con esto, el abastecimiento de hormigón o cemento es continuo y no hay retrasos en las obras”, asegura Valeria Paredes.

    Para esto trabajan con proveedores nacionales en un 95%: en cerámica por ejemplo. El resto es importado de otros países de la región como Colombia.

    Posteriormente tomaron otros proyectos individuales.

    En el 2010, la firma se vio afectada por una coyuntura económica difícil en el país: “realizamos sobre inversiones en importaciones que nos dejó sin liquidez; además nuestros clientes pararon las obras”. Pero con las estrategias correctas salimos adelante, dice Paúl Paredes.
    Esto y la publicidad boca a boca del trabajo de Cuatro Paredes Arquitectos también ayudó a que concreten negociaciones para construir plantas de firmas privadas en el sector de la metalmecánica, y tres proyectos habitacionales.

    Para este 2017, los proyectos de Cuatro Paredes Arquitectos son varios. Primero tienen la consigna de posicionar en sus trabajos el reciclaje de material, como hormigón, para reutilizarlo.

    También ejecutarán un nuevo proyecto habitacional en la ciudad de Quito. Y licitarán a proyectos grandes con sus clientes fijos.

    A sus vez fortalecerán la tercera línea de negocios que se trata del alquiler de maquinaria para la construcción. Esto incluye demoledoras, camiones, entre otros bienes, según Mauro Paredes.

    Pese a que el sector de la construcción ha tenido un decrecimiento considerable debido a la coyuntura económica del país; la empresa familiar seguirá buscando nuevos clientes; con un enfoque en otras provincias como Bolívar o en ciudades como Quevedo, detalla el gerente general de la firma familiar.

    De izquierda a derecha: Paúl, Valeria, Mauro y Mauro Jr. Paredes dan vida a la empresa familiar Cuatro Paredes Arquitectos. Foto: Vicente Costales/ LÍDERES
    De izquierda a derecha: Paúl, Valeria, Mauro y Mauro Jr. Paredes dan vida a la empresa familiar Cuatro Paredes Arquitectos. Foto: Vicente Costales/ LÍDERES
  • La festividad del Yamor inspira un negocio familiar

    José Luis Rosales

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    La chicha de maíz, que se elabora sobre un fogón de leña, es el gancho principal de Sumag Yamor (Es lo Mejor, en español).

    Esta picantería, que nació hace 63 años con los esposos Luis Velasco y Zoila Dávila, opera solamente en agosto y septiembre, por la festividad del Yamor, en Otavalo, Imbabura.

    Se trata de una celebración instaurada hace más de medio siglo por el pueblo mestizo, pero reúne las visiones de esta cultura y la indígena, las principales etnias que cohabitan en el cantón.

    Ahora, en Sumag Yamor tomaron la posta los hijos, nietos, bisnietos… de los Velasco Dávila. Precisamente, el sitio se reabre con ayuda de toda la familia.

    Los fines de semana, cuando el número de comensales aumenta, prácticamente se realiza una minga para poder atender, explica Ramiro Velasco, uno de los cinco hijos que procreó la pareja. Ahí colaboran entre 35 y 40 familiares.

    Una de las razones es que el restaurante aún mantiene un laborioso proceso artesanal para elaborar los potajes. Eso permite conservar el sabor y la esencia de los productos, explica Velasco.

    En el establecimiento también se ofrece uno de los platos más emblemáticos de Otavalo. No tiene nombre propio, pero se le enlazó con la chicha del Yamor.

    La base es la carne de cerdo, llapingacho, y empanadas con condumio de arroz. Hay platillos de USD 4, 5, 6, 7 y hasta bandejas de 10.

    Los preparativos para la reapertura de este emprendimiento familiar empezó desde junio, comenta la administradora Cristina Guerra Velasco. Para ello invirtieron USD 4 000, que provinieron de un crédito bancario.

    Entre los arreglos está el acondicionamiento del local en donde funciona Sumag Yamor desde hace 28 años. Es una casa patrimonial, de una planta, situada en las céntricas calles Bolívar y Morales.

    En el interior hay un patio central y alrededor, en los pasillos, está el restaurante. El sitio tiene capacidad para unas 60 personas.

    A la par, con antelación también se adquiere la materia prima como el maíz, canguil, chulpi… ingredientes para la preparación del Yamor. “La chicha se elabora con los mejores granos de la cosecha”, asegura Ramiro Velasco.

    Para garantizar que esta tradición continúe, los conocimientos culinarios son guardados con celo por los patriarcas de la picantería y se han ido heredando.

    Unos se encargan de hacer los llapingachos, otros son especialistas en las empanadas y otros en la chicha. “Buscamos que nadie sea indispensable en el negocio. Si falta alguien podemos reemplazarlo”, señala Cristina Guerra.

    Ramiro Velasco, en cambio, conoce el punto de cocción de la bebida. “Si se pasó es una chicha común, si está muy tierna no tiene sabor”. Su sobrina Cristina también aprendió esos secretos.

    Por esta temporada, Sumag Yamor es el paso casi obligado para vecinos y turistas. A Pablo Viteri, un ibarreño radicado en Quito, le agradó el sabor dulce, espeso y consistente del néctar.
    Quizá por eso esta bebida tiene una alta demanda. Cada fin de semana, calculan que se vende entre 8 000 y 10 000 vasos de Yamor. Por eso, los cuatro toneles que hay en el local siempre están llenos.

    Los dueños prevén abrir, según la tradición familiar, en agosto del 2017. Es considerado un abreboca a una nueva edición de la celebración del Yamor.

    La familia Velasco Dávila es la fundadora de este negocio que funciona por las fiestas del Yamor. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    La familia Velasco Dávila es la fundadora de este negocio que funciona por las fiestas del Yamor. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • El cebiche hecho con maní tiene una marca de familia

    Stives Reyes 

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    El casado, casa quiere. El dicho caló muy hondo en Luis Gutiérrez, quien hace 22 años, cuando se casó con su esposa, Lolita Lino, decidió seguir con la tradición culinaria de su familia y abrir una cebichería en su natal Jipijapa.

    Al local lo llamó la cabaña de Pepe 3, siguiendo con los nombres de los negocios de su familia. Cebichería Pepe 1 le pertenece a su padre, José Gutiérrez, quien enseñó a sus hijos a elaborar este plato de una forma original.

    Al tradicional curtido de pescado con limón le agregó una porción líquida de maní y aguacate tradicional. “Mi papá jamás pensó que esa idea, casi cuatro décadas después, se convertiría en un referente de mi tierra”, dice Luis.

    Tanta ha sido la popularidad del plato, que el Municipio de Jipijapa declaró cada 13 de octubre como el Día del Cebiche de Pescado con Maní. Sin embargo, para Luis su negocio ha ido creciendo poco a poco. Cuando se inició, el 16 de diciembre de 1994, lo hizo con una inversión de cien mil sucres.

    En su pequeña cabaña vendía al principio 25 platos al día; luego fue dando a conocer el producto primero a los habitantes del cantón, a quienes les gustó el platillo y fueron estos quienes atrajeron a más comensales de Manabí.

    A Lolita Lino lo que más llamó la atención fue el sabor y que en Manabía es utilizado como el mejor remedio para el chuchaqui.

    Luis dice que las ventas subieron y por este motivo amplió el local: pasó de ser una cabañita a la cebichería Pepe 3.

    En la actualidad, su local, ubicado en el centro de Jipijapa, tiene capacidad para más de 60 personas y al día vende entre 100 y 150 platos. También ha llevado su marca a otras provincias.

    Luis cuenta que la idea de abrir un local en Guayaquil nació de su sobrina Gabriela Lino, quien cuando estudiaba Ingeniería Comercial en la universidad, siempre presentaba como proyectos el cebiche que elaboraba su tío.

    “Ella llevaba el producto allá y a sus amigos que lo probaban les fue gustando tanto, así que le encargaban pedidos”, relata Luis.

    Entonces, su sobrina vio la oportunidad de emprender un negocio y en conversaciones con su novio, César Sensang, decidieron hace cuatro años, abrir un local en la ciudadela La Alborada, en el norte de Guayaquil.

    Los dos emprendedores iniciaron con un local para 14 personas donde vendían 16 platos al día. Pero para vender más, explica César, quien estudiá Administración, tuvieron que poner en práctica lo aprendido en la universidad.

    “Tuvimos que colocar nuestros conocimientos para hacer el negocio grande. Usamos herramientas como estudios de mercado, de marketing, análisis de costo, entre otros”, señala César.

    Todo este trabajo dio sus frutos. Al expandir su local, tuvieron un crecimiento en ventas y en la actualidad venden unos 150 platos al día. Un factor importante para este crecimiento es el haber sido uno de los ganadores de la Feria Gastronómica Internacional Raíces de Guayaquil, que se cumplió en el 2015.

    El año pasado, la cebichería Pepe 3 obtuvo la estrella culinaria de bronce, convirtiéndose en una de las tres mejores huecas del Puerto Principal. Sus propietarios aspiran a seguir creciendo.

    César tiene planeado abrir otros locales en Guayaquil, mientras que Luis tiene como meta expandir su marca y llegar a otras provincias. En los próximos días abrirá un nuevo local en Quito.

    Luis Gutiérrez y Lolita Lino (izquierda) son los dueños de la cebichería Pepe 3, en Guayaquil. Su sobrina Gabriela Lino, y su novio César Sensang abrieron un local en el Puerto Principal. Foto: Wladimir Torres / LÍDERES
    Luis Gutiérrez y Lolita Lino (izquierda) son los dueños de la cebichería Pepe 3, en Guayaquil. Su sobrina Gabriela Lino, y su novio César Sensang abrieron un local en el Puerto Principal. Foto: Wladimir Torres / LÍDERES
  • El chocolate es el negocio familiar por más de 70 años

    Modesto Moreta (I)  redacción@revistalideres.ec

    La elaboración artesanal del ‘Chocolate ambateño’ es una tradición que se conserva por más de 150 años en Ambato. Las fórmulas para la elaboración de este producto los conserva intacto la familia Vargas Villacís. Sus miembros crearon la empresa El Buen Chocolate hace más de 70 años ; esta empresa facturó el año pasado USD 40 000.

    En su planta, localizada en las calles Ignacio Sánchez y José Peralta (Huachi Chico), sus 20 colaboradores procesan 35 quintales de cacao cada mes. Los principales mercados del chocolate en tablilla son Cotopaxi, Tungurahua, Pichincha, Chimborazo y en las cadenas de supermercados a escala nacional como Megamaxi, Santa María, Supermercados Balarezo, la cadena de panificadoras Ambato, en Quito, y otras locales.

    Irene Villacís ha dedicado 68 de sus 78 años a la elaboración del chocolate. Cuenta que la tradición del ‘Chocolate ambateño’ se mantiene en todo el país por la calidad y la pureza del producto. “Es cacao puro sin mezclas, por eso el olor atrae a los compradores. Este se mantiene cuando se lo diluye en la leche, es exquisito”.

    Carlita Vargas está el frente de este negocio hace siete años. Dice que el emprendimiento familiar lo continuó su abuelo Luis Villacís en 1946. En esa época todas las familias de esa zona estaban dedicadas a la elaboración del chocolate. Ellos contrataban uno de los tres molinos para procesar el cacao.

    Tenían el turno los martes desde las 02:00 hasta las 22:00 del mismo día para procesar los 7 quintales que lo vendían en una semana. “La falta de recursos económicos impedía adquirir nuestra propia maquinaria”, indica Vargas.

    En el 2009 decidieron financiar el equipamiento. Invirtieron de sus propios recursos USD 47 000 en la compra de los molinos eléctricos y otros equipos. Además, construyeron un galpón para montar la microempresa. En la actualidad emplean a 20 personas.

    Vargas asegura que en un vehículo de su propiedad distribuyen el chocolate en Tungurahua, Cotopaxi y Pichincha, así como en las grandes cadenas comerciales del país. Para incrementar sus ventas inyectaron en el 2014 otros USD 10 000 con lo que cambiaron la envoltura del producto a fundas aluminizadas. Contrataron diseñadores para efectuar los logotipos y el contenido gráfico. También cambiaron el tamaño del empaque con la idea que impacte. Lograron envolturas para 90, 120, 200 y 450 gramos.

    A más de la distribución a escala nacional mantienen la venta en forma de tablilla en el mercado Central. “Es un sitio estratégico porque los turistas y visitantes que llegan a una ciudad lo primero que quieren visitar es el mercado y es donde se degusta lo tradicional de la urbe. Y el chocolate es uno de esos productos”, explica convencida Vargas.

    El Buen Chocolate tiene relación comercial con la cadena de supermercados Balarezo del cantón Salcedo, en Cotopaxi, hace 18 años. Al principio le ofertaban las tradicionales tablillas de chocolate. Lupita Balarezo, gerenta de esta cadena integrada por tres locales, explica que la elaboración artesanal y la calidad del producto permitieron que las ventas se incrementaran.

    Balarezo cuenta que el consumo de “El buen chocolate” aumentó un 85% en los últimos dos años con el cambio de presentación del producto. Así este producto se deja saborear entre generaciones de ambateños.

    Willian Vargas, Carlita Vargas e Irene Villacís son los encargados de esta empresa familiar que elabora y comercializa productos de chocolate en tres provincias de la Sierra. Foto:  Raúl Díaz para LÍDERES
    Willian Vargas, Carlita Vargas e Irene Villacís son los encargados de esta empresa familiar que elabora y comercializa productos de chocolate en tres provincias de la Sierra. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES
  • ¿Ha hecho de su hogar una oficina adjunta?

    Arturo Castillo (O)
    Para LÍDERES

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    En general, la tecnología contemporánea ha derribado los umbrales del tiempo y el espacio, al punto de la ambigüedad, de la pérdida de líneas de referencia, tan necesarias para la psiquis.

    El tiempo, llamado a veces tiempo ‘real’, es un tiempo que hace referencia a la simultaneidad de la información, sin consideraciones horarias, espaciales, que llega a millones de sujetos, ‘afortunados’ espectadores de un mismo espectáculo.

    En ámbitos más domésticos, en la cotidianidad, la imposibilidad para desconectarse del tiempo marcado por las máquinas está provocando una especie de fatiga colectiva. ‘Always on’ es la condición mental de millones de sujetos, cuyas vidas parecieran ser una extensión de las máquinas.

    El tiempo fabricado por la tecnología es, finalmente, una negación de la realidad, una invención que ha vaciado de sentido a la existencia misma, que ha superpuesto la ficción a lo tangible.
    En fin, el tiempo le es radicalmente ajeno al ser humano de nuestros días; pertenece a aquellos que le obligan a mantenerse en ininterrumpida conexión.

    Este es el caso del trabajo, que hoy es más ‘portable’ que nunca. Los aparatos electrónicos sirven de maravilla para hacer de los individuos gente adicta al trabajo.

    La computadora es una oficina omnipresente, un jefe omnipresente; es la responsabilidad fuera de todo límite, el sentimiento de ser eficiente llevado a la exacerbación.

    El condicionamiento del trabajo hace que muchas personas conviertan su hogar en una oficina adjunta. Sin embargo, este hábito no es siempre atribuible a la carga de trabajo o a la imposición de jefes abusivos. Tiene que ver, en muchos casos, con el aburrimiento, con el tedio.

    La laboriosidad es usada como una forma de evasión, como una manera de sacarle el cuerpo al contacto familiar. Pasa con individuos cuyo estilo de trabajar les ha vuelto ciudadanos mecánicos y fríos, pragmáticos, al punto que se han desconectado de sus emociones.
    El contacto familiar exige de él otra forma de inteligencia, capacidad para escuchar. Y no es fácil, puesto que en la oficina siempre es él quien habla, y los demás escuchan.

    En su reino laboral, todo tiene un orden, una secuencia, un proceso. Por el contrario, el hogar, la familia, tienen que ver con la espontaneidad, con el arte de la improvisación, con la frescura de cada instante, aspectos que la mente estructurada mata.

    El aburrimiento conyugal puede volver a algunas personas adictas al trabajo en casa. Obviamente, lo ocasional no debe ser motivo de preocupación o conflicto, pero si ya se vuelve algo rutinario, quizás es tiempo de discutirlo en pareja.

    Un punto de acuerdo podría ser, por ejemplo, nada de computadoras en la alcoba matrimonial.
    Respecto de los jefes que se creen dueños del tiempo de sus trabajadores, es necesario poner un límite claro. Naturalmente, detrás de un jefe que no respeta el tiempo libre de sus empleados, hay un sujeto autoritario.

    Existen también los flemáticos laborales, individuos que pretenden que el mundo se mueva a su ritmo. Ellos tienen siempre tareas pendientes, de modo que frente a la presión, se ven obligados a llevar trabajo a casa. Pero es un círculo vicioso, porque difícilmente llegan a ponerse al día, ya que el meollo del asunto está en su parsimonia.

    No se puede dejar de lado a aquellas personas que aseguran amar el trabajo. Lo hacen de manera tal que parecerían dispuestos a ofrendar su armonía familiar, su relación de pareja.
    Esa afectividad laboral no alcanza a jerarquizar las situaciones, a priorizar las necesidades propias y las de los demás. Estamos ante un amor neurótico.

    Ilustración: Ingimage
    Ilustración: Ingimage