Etiqueta: microempresa

  • Semillas y granos se convierte en ‘snacks’

    Redacción Quito

    Las frituras de soja, pepas de sambo, camote y remolacha… son sembrados, cosechados y procesados por Mariana Chicaiza y su esposo Plácido Cunalata. Ellos comercializan sus productos con la marca Los Girasoles, una microempresa que esta pareja creó hace una década, en la capital.

    Chicaiza y Cunalata tienen un huerto en el sector de Guápulo (noreste de Quito), allí tienen cerca de 1 000 m² de tierra en donde siembran los granos y diferentes tipos de verduras que son la materia prima de sus productos.

    En un inicio, a Chicaiza se le ocurrió vender soja frita. “Es un refrigerio ideal para las personas que salen de paseo o se van de caminata, por ser un alimento sano y rico en proteínas”, cuenta.

    Poco después, comenzó a producir garbanzo frito. Cada producto es preparado el día anterior en su propia casa, luego se empacan las frituras en fundas de 200 gramos, que vende en USD 0,50 cada una. También oferta maíz tostado, pepas de sambo y habas fritas, al mismo precio.

    Para inicios de este año comenzó a vender un ‘snak’ diferente: las frituras de camote y remolacha. “Siempre experimentamos con nuevos productos, al inicio no sabia cómo preparar la remolacha frita, pero con el tiempo encontré la receta”, comenta Chicaiza y recuerda que la Agencia Metropolitana de Promoción Económica ConQuito le facilitó un sistema de riego por goteo para su huerto. “Con eso pude mejorar mi producto e incrementar mi producción”, agrega.

    Aparte de las frituras, en Los Girasoles también se ofrecen canastas ecológicas, en precios que varían de acuerdo con los pedidos de los clientes. Estas cuentan con siete variedades de lechuga, cebolla puerro, tomate, rábano de dos variedades, y huevos de codorniz, que crían en su propia granja.

    El precio de los huevos de codorniz es de USD 1,35 por cada 20 unidades, mientras que el de las canastas ecológicas oscila entre los USD 5 y los 10. Cada mes, como resultado de las ventas de todos estos productos, Los Girasoles percibe hasta USD 500.

    La venta de estos productos es rotativa. Los viernes en la mañana, esta micro levanta una carpa en los estacionamientos de ConQuito (sur); los sábados, abre un quiosco en el parque La Carolina y en el Itchimbía. Adicionalmente, entrega productos bajo pedido.

    Andrea Parra es fiel clienta de Los Girasoles y compra maní enconfitado y soja frita. “Son mi refrigerio de los viernes, es un producto limpio y bien preparado. Además el precio es muy bueno”.

  • Joyas con tela y concha se tejen en Cuenca

    Redacción Cuenca

    Plata, algodón, lana, concha de spondylus o de nácar, piedras semipreciosas y paja toquilla son parte de la materia prima que utiliza Tania Francisca Tapia para diseñar sus joyas. Además, las comercializa con su nombre.

    Con esta iniciativa factura cerca de USD 5 000 al mes (promedio) y ha llevado sus productos a ferias en Fráncfort (Alemania), Jerusalén (Israel), Buenos Aires (Argentina) y Santiago (Chile).

    Tapia se graduó en 1995 en Diseño de Objetos, en la Universidad del Azuay, y cuatro años más tarde se especializó en técnicas de grabado y repujado en metales en la Escuela de Arte de la Medalla en Roma (Italia).

    Ese mismo año, en 1999, invirtió unos 100 millones de sucres (cuando un dólar costaba 25 000 sucres; es decir, unos USD 4 000 al cambio de ese entonces).

    Con ese dinero compró motores de joyería, estructuras para lijar, limas, gomas para pulir, laminadoras, entre otros equipos. Su facturación bordeaba los USD 300 al mes y ella era la única empleada del emprendimiento.

    Su trabajo tuvo acogida desde el principio, gracias al apoyo del Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (Cidap), explica Tapia. A ese centro llegaban misiones comerciales y diplomáticas, para ver la calidad de la artesanía que se elaboraba en el mercado nacional.

    Para Claudio Malo, ex director del Cidap, el trabajo de Tapia está bien logrado, porque fusiona técnicas, materiales y colores. “Esta cuencana es un ejemplo de superación y sus piezas reflejan su dedicación al trabajo artesanal”.

    Por esa entrega que destaca Malo, esta emprendedora fue invitada, en el 2001, a exponer sus productos en la Embajada Ecuatoriana en Washington, donde mostró la calidad de la artesanía cuencana.

    Asimismo, diseñó joyas para las candidatas de Rusia, EE.UU., Uruguay y otras siete representantes en el Miss Universo que se realizó en el 2004 en Ecuador.

    La asesora de modas Daniela Rivas explica que el éxito de Tapia se debe a la capacidad creativa y de reinvención de sus piezas. “No es casualidad que sus productos sean cotizados en el exterior”.

    El año pasado, Tapia visitó Nueva Delhi (India), dice Diana Sojos, representante ante el Consejo Mundial de Artesanías de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). “Mostró la calidad del producto ecuatoriano”.

    Las piezas de la boutique Tania Francisca cuestan entre USD 7 y 500, según la elaboración y materiales que utilice. Una de sus clientas, Claudia Vintimilla, adquiere estas piezas para acompañar vestidos de coctel o prendas casuales. “Me gustan, porque sus collares, pulseras y aretes resaltan el vestuario”. Sus productos son coloridos y originales y no tienen nada que envidiar a joyeros europeos.

    El local Tania Francisca exhibe sus piezas en La Esquina de las Artes, desde el 2010, y cuenta con dos empleados.

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  • Una iniciativa que moldea el chocolate

    Redacción Cuenca

    Fichas de ajedrez, naipes, discos, cofres, portaretratos, sombreros, tazas y balones de fútbol, todos elaborados en chocolate, son la oferta de Moras Chocolate Factory.

    Su propietaria, Daniela Mora, tiene más de 3 000 moldes para elaborar figuras en este dulce. Además, oferta bombones de chocolate rellenos con menta, maracuyá, macadamia, nuez, durazno, cerezas y otros 30 sabores. La facturación de esta iniciativa bordea los USD 2 000 mensuales.

    El negocio se inició en el 2006, cuando la tía de Daniela, Susana Mora, desarrolló este emprendimiento al haber sido una apasionada del arte chocolatero. Cuatro años después le vendió el negocio a Daniela con vitrinas, muebles y el ‘know how’ para preparar los bombones. La cantidad: USD 30 000.

    El reto de la nueva propietaria fue dar un giro al negocio para así destacarse en el mercado. Esta cuencana optó en moldear cualquier objeto en chocolate.

    Para ello adquirió moldes en forma de zapatos, estetoscopios, teléfonos, vasos, libros, placas…. En el 2010, Daniela facturaba unos USD 1 000 al mes, y al igual que hoy, era la única empleada.

    En un rincón del local de Moras Chocolate Factory hay 40 rollos de cintas de colores para decorar las cajas corrugadas, lisas o estampadas, así como globos y otros tipos de empaques en los que envuelve los chocolates.

    Para Clara Crespo, cliente suya, el valor agregado de este negocio es la diligencia con la que Daniela atiende a los consumidores. “Si el cliente quiere una caja de chocolates blancos rellenos con galleta y añadir un corazón de chocolate semi amargo con un mensaje, ella lo hace”.

    Algo similar opina Andrea García, quien disfruta la creatividad y sabor del chocolate que se oferta en este local. “Se encuentra desde una aguja hasta un balón en chocolate, y es un lugar adecuado para hallar obsequios para los seres queridos”.

    Lo que más disfruta Daniela es conocer con su servicio a parejas de novios que se regalan chocolates, y que luego le encargan la preparación de dulces para la boda o el baby shower. De esa forma acompaña a sus clientes en momentos importantes.

    Nelson Campoverde, otro cliente, prefiere los bombones rellenos de frutas. Le gusta la calidad del chocolate, la variedad de sabores y el servicio al cliente.

    Moras Chocolate Factory oferta también arreglos de frutas, tortas, bocaditos, dulces, entre otros productos. Para Daniela, lo importante es atender íntegramente los eventos y evitar que sus clientes busquen productos en diferentes locales. Por eso afirma, “mi especialidad es encargarme de la parte dulce de las festividades”.

    Precios y oferta

    Los precios. Hay chocolates desde los USD 0,50 hasta USD 60, según el peso. La caja y cintas no se cobran, sino que vienen con el producto.
    Los regalos. De acuerdo con el número, los chocolates se empacan en cajas según el gusto del cliente. Hay cajas desde cuatro hasta 200 chocolates. También hay globos y otros empaques para los chocolates.

  • La comodidad del bebé está en sus manos

    Redacción Quito

    Stephanía Correa y Alfredo Luna tienen dos hijos: el menor se llama Sergio y tiene 2 años. La ‘mayor’ es Baby Lula, tiene tres años y se trata de un emprendimiento.

    La pareja tenía la idea de un negocio propio y la intención se concretó en el 2009: ese año nació esta microempresa que diseña y fabrica cunas para bebés. También elabora cómodas y moisés para niños, bajo pedido.

    El emprendimiento nació en Cumbayá, en el nororiente de Quito. Para su ‘concepción’ la pareja destinó USD 5 000. Ese dinero provino de ahorros y sirvió para montar el local. “Si en tres meses no se mueve se cierra y luego veo qué hago”, pensó Correa.

    Sin embargo, el proyecto tuvo demanda desde el principio. Ahora, las mismas personas que compraron las cunas hace tres años, piden asesoría en la decoración del cuarto de sus hijos que ya crecieron.

    Tres carpinteros dieron forma a sus ‘sueños’. Hoy 45 personas trabajan en una fábrica en Calderón, en el norte de Quito. En Baby Lula se elaboran 50 cunas al mes.

    Stephanía, quién trabajó años atrás en Miami, (EE.UU.) en una tienda de artículos para bebés, aprendió lo relacionado al material con el que deben construirse los muebles que albergarán a los niños: madera, laca, medidas, etc. “Es necesario pensar en las medidas exactas en las que deben colocarse los barrotes de las cunas para que los brazos, manos o pies de los niños no queden atrapados”, enfatizó Stephanía.

    Su gusto por el diseño llevó a esta administradora de empresas a especializarse en cursos relacionados con el diseño y ahora dibuja los cuartos de los bebés y los muebles en 3D.

    De esta manera, los clientes observan cómo quedará el dormitorio de sus niños antes de ser construido.

    Victoria Eastman, clienta de Baby Lula, resalta la facilidad que tiene el matrimonio, que lleva adelante este emprendimiento, de adaptarse a los diseños que solicitan sus usuarios. “Baby Lula se acopló a mis requerimientos, me construyeron la cuna y el cambiador del cuarto del bebé. Llevo más de un año con los muebles y no he tenido problema”. Ella resalta la calidad de los materiales con los que se construyeron los muebles y afirma que ese es el valor agregado, aparte de la atención.

    Luna comenta que por la calidad con la que están construidas sus cunas tiene permiso de exportación a EE.UU. y Europa, sin embargo, por ahora la firma se quedará en el mercado local. Aunque ya tiene pedidos para clientes de Guayaquil, Ambato, Cuenca su aspiración es montar otro ‘showroom’ en Quito y en este mismo año la pareja pretende abrir un local en la Sierra centro.

  • En un taller de Ibarra se crean monstruos de arroz y plumón

    Redacción Quito

    Los ‘monstruos’ viven en la habitación de la pequeña Thaís desde su segundo cumpleaños pero ella no les tiene miedo; al contrario, la pequeña juega y se divierte con estas figuras que confecciona su madre.

    Sasha Carrión diseña y fabrica los muñecos con los que juega Thaís. Comenzó a elaborarlos en el 2000, recuerda Carrión, y su familia le sugirió vender los muñecos y a mediados de ese año fundó la microempresa Psyko Toys.

    En esta iniciativa se ofertan muñecos fabricados con peluche, rellenos de plumón y arroz, que dan vida a los graciosos monstruos que diseña Carrión. Cada muñeco es original pues no se elabora dos veces un mismo diseño. Los costos varían según el tamaño y se puede encontrar peluches desde los USD 10, hasta los USD 60.

    Esta diseñadora de modas inició su micro con una inversión de apenas USD 50, que utilizó en la compra de materia prima. Sus primeros clientes fueron sus amigos y familiares más cercanos, hasta que en septiembre del 2010 fue aceptada en la Feria de Diseño Independiente que cada año organiza el Centro Cultural Aguijón, en Quito.

    Para su primera feria, Carrión invirtió USD 300 y, además de los peluches, confeccionó llaveros con diseños similares. “Vendí los llaveros a USD 3 y 5. Solo fue un día de feria y vendí USD 600”.

    Esa feria fue decisiva para Psyko Toys que en diciembre del 2010 amplió su línea de producción a camisetas, cuadros y baúles, todos con diseños exclusivos y creados en el taller de Carrión, actualmente ubicado en Ibarra.

    El primer año los ingresos de esta microempresa no superaron los USD 1 000, pero en el 2011, Psyko Toys participó en cuatro ferias, una de ellas en El Aguijón y otra en la Vitrina de Diseño, en Cumbayá… Ese año también comenzó a ofertar sus productos a través de las redes sociales, por lo que cerró el año con ingresos cercanos a los USD 2 500. El año pasado las ventas crecieron a 5 000.

    Carrión fabrica un promedio de 50 a 70 peluches, para cada feria. Cada muñeco requiere de dos días de trabajo: uno para el diseño y otro para la elaboración. Para Carla Rosales, los peluches de esta micro son el regalo ideal no solo para niños, sino también para adolescentes y adultos. “Tengo 31 años y estos muñecos me encantan, son el juguete perfecto para los más grandecitos”.

    Ana Dueñas es una de cliente frecuente. “La Navidad pasada compré tres muñecos para regalar a mis sobrinas, que tienen 17 y 19 años. No me gustan los regalos tradicionales ni el clásico peluche, por eso me gustan estos monstruos”.

    Dos datos más

    El mercado.  La mayoría de clientes son personas de 25 años en adelante.

    La vitrina.   Ferias del Centro Cultural Aguijón, el Centro de Arte Contemporáneo y la Cafetina del Ocho y Medio, que se cumplen en Quito.

  • Su aporte es crear pequeños huertos en los departamentos

    Redacción Quito

    La jardinería y la agricultura fueron concebidas para espacios abiertos; lo rural es su territorio natural. Pero Nina Velasco, una bióloga quiteña de 29 años e Isadora Espinosa, una diseñadora gráfica de la misma edad, quisieron romper estas reglas. Para estas dos emprendedoras, la casa o el departamento en la ciudad, también pueden ser un espacio para sembrar alguna planta.

    Con esta idea nació Kenku, en el 2011, una marca que comercializa pequeños maceteros con semillas, para germinar una planta de jalapeño, tomate, ají, rúcula, albahaca, girasol y cebollín.

    Kenku significa bambú en Shuar. Según un relato de esta nacionalidad ecuatoriana, un espíritu de la selva habita en el bambú que almacena agua, por ello, el Kenku es un símbolo de vida, y este nombre calzaba para su producto.

    Con el nombre definido, Espinosa se encargó del diseño de los logotipos y las etiquetas. Mientras que Velasco estudiaba qué semillas se adaptarían al clima de Quito y germinarían sin mayores dificultades. Así, el kit de kenku consta de la pequeña maceta, las semillas y dos pastillas de sustrato de fibra natural de coco, donde se plantan las semillas. Para hacer esto posible, la inversión inicial fue de USD 800.

    En principio sacaron a la venta 100 unidades. La mayoría se distribuía entre amigos y familiares, pero desde el año pasado se comenzó a vender en la tienda Messklan (norte de Quito).

    Velasco dice que no tienen un público específico, ya que personas de distintas edades adquieren los pequeños kits para sembrar. Aunque dice que han tenido éxito con los niños, que les gusta mirar el proceso de crecimiento de una planta, y también en jóvenes que tienen un pequeño huerto en sus departamentos.

    Cada kit cuesta USD 6. Al mes tienen una venta promedio de 50 unidades; en meses como diciembre las ventas se incrementan hasta 150. Actualmente, buscan nuevos canales de distribución para que la marca Kenku sea más conocida.

    Carmen Terán es secretaria de una empresa privada y adquirió el producto el año pasado. Comenta que es una gran iniciativa, porque es muy fácil de usarlo, porque en la etiqueta vienen todas las instrucciones. «Es muy bonito ver cómo crece la ‘plantita’, y no necesita de mucho cuidado». Ella ha adquirido seis macetas, la mayoría para regalar a familiares.

    Oferta
    Los kits.Producen un promedio de 80 unidades. Las semillas son provenientes de los EE.UU.

    El armado.  La elaboración de los kits lo realizan en la vivienda de Nina Velasco, ubicada en el Valle de los Chillos. Un fin de semana produen 80 unidades entre dos personas.

    LA CIFRA
    USD 300 al mes es el promedio de facturación

  • Su creatividad se traslada a la pastelería

    Redacción Quito

    Los héroes de las series de televisión o los personajes infantiles son algunas de las imágenes que la firma Panificadora Superior muestra en sus creaciones pasteleras, desde hace 17 años.

    Este negocio, ubicado en el Centro Histórico y constituido en agosto de 1996, comenzó como una pequeña panadería en San Rafael (suroriente de Quito). Su propietaria, Elena Galárraga, cuenta que en la actualidad el negocio ha crecido y hoy brinda servicios de cafetería, pastelería, panadería y ‘catering’.

    Entre las instituciones a las que brinda sus productos y servicios están el Ministerio de Salud, el Municipio de Quito, la Fundación VIHDA, entre otras. “Trabajamos con un público exigente y por esa razón nuestro personal está en constante capacitación”, dice Galárraga.

    El servicio más popular que ofrece es el de pastelería decorativa. Desde tasas comestibles hasta camas con almohadas y sábanas de dulce, cualquier diseño no es un reto para la empresa.

    Fernando Fuentes, cliente de Panificadora Superior, cuenta que solicitaron un pastel de Alicia en el País de la Maravillas para la fiesta de 15 años de su hermana. “Ellos se encargaron de la movilización y realizaron desde el árbol de dulce hasta las tarjetas comestibles que iban integradas en el pastel. Incluso los personajes eran de dulce. Fue un éxito”.

    El proceso de elaboración de un pastel decorativo dura entre 10 y 15 días. Para iniciar el diseño se debe determinar el tono, la masa, el modelo y el número de personas. Algunos de los pasteles deben llevar aditamentos estructurales adicionales. “Por ejemplo, para pasteles a desnivel, se arma desde la base para que el diseño quede perfecto y se elabora una estructura interna para que sostenga al pastel”, explica Galárraga.

    El costo de estos pasteles varía entre USD 300 y 500, para unas 200 personas. Esto dependerá de la complejidad del diseño y si se integran diseños mecánicos. “En algunos pasteles incluso integramos cascadas mecánicas y escaleras para mejorar el diseño”. El precio promedio de los pasteles convencionales es de USD 1,50 el pedazo. “Nuestra meta es atender a todos los mercados”.

    El servicio de cafetería es otro valor agregado que ofrece la Panificadora. En el local del Centro Histórico, los dueños y sus 10 empleados tienen conocimientos básicos de idiomas como el francés, inglés, italiano, holandés y alemán, como un recurso para brindar un mejor servicio a los extranjeros. “Nuestros clientes en el Centro Histórico salen tan a gusto que incluso se llevan nuestros productos al extranjero”, dice Galárraga.

  • En estas hamburguesas el corazón está lleno de queso

    Redacción Quito

    Experimentando en la cocina, una noche Juan Baquerizo se propuso preparar una hamburguesa poco tradicional y pensó que quizás sería buena idea dejar que el queso se derrita dentro de la carne y no encima de la misma.

    Como resultado del experimento culinario, seis meses después, Baquerizo y su esposa, Sue Hung, cerraron su tapería Jamón Jamón, en la Plaza Foch (centro- norte de Quito) y, en las mismas instalaciones, abrieron las puertas del Jucy Lucy. Se trata de un restaurante de comida rápida, cuya especialidad son las hamburguesas con centro de queso derretido.

    Esto sucedió en mayo del 2012, luego de invertir USD 5 000 en la construcción de una parrilla, cambiar la decoración del lugar y adecuar las instalaciones que comparten con el Bar Bigas, ubicado al frente, y del que también son dueños.

    “Durante esos meses también hicimos pruebas con diferentes tipos de carne molida de res y quesos, hasta conseguir la textura y sabor adecuados”, explica Óscar Alulima, gerente de Jucy Lucy.

    La carne para las hamburguesas se muele y condimenta en el mismo restaurante. Además, se utilizan cuatro tipos de queso: cheddar, suizo, bree y blue.

    Adicionalmente, cada hamburguesa especial Jucy Lucy tiene una alternativa picante. Los precios varían desde los USD 5,50 a los 6,25 más impuestos. Cada mes se venden entre 1 800 y 2 000 hamburguesas y se factura un promedio de USD 60 000 en el mismo período.

    “Encontramos una forma de revolucionar la forma de preparar hamburguesas. No hacemos las típicas que tienen una, dos o tres carnes… todas siempre con el mismo estilo: la carne, el queso, la carne y los otros ingredientes. Acá se dio un cambio al método de preparación”, comenta Hung.

    La favorita de Andrea Hidalgo es la hamburguesa de queso cheddar. Ella cuenta que conoció Jucy Lucy por casualidad, hace un mes, y “le gustó tanto la carne con centro de queso”, que suele recomendarlas a sus compañeros del trabajo, familiares y amigos. “Las hamburguesas son muy buenas y el local tiene un buen ambiente”, dice.

    Lo mismo opinan Anita Tixilema y Vanessa Buenaño, quienes disfrutan de las hamburguesas con queso suizo y blue.

    Para dar a conocer las hamburguesas recurrieron al mailing, invitaciones, volantes y recomendaciones ‘boca a boca’; también crearon una ruleta en la que se sorteaban órdenes de consumo.

    También diseñaron un concurso especial llamado el Jucy Lucy Challenge. El reto consiste en comer cuatro hamburguesas especiales en menos de cinco minutos. Si el reto es superado, la casa invita; caso contrario, la cuenta es de USD 25.

    “Ha venido gente de Cuenca y Guayaquil. Hubo una persona que casi lo logra… prometió volver”, cuenta Hung.

    Negocio en detalle

    • Dos ambientes. Jucy Lucy comparte su espacio con el Bar Bigas (de los mismo dueños), en donde se ofertan bebidas alcohólicas.
    • Variedad. En Jucy Lucy también se ofertan hot dogs con salchicha polaca premium y papas fritas.
  • Nueve variedades de miel son la esencia de esta iniciativa

    Redacción Quito, redaccion@revistalideres.ec

    The Ecuador Honey Company es una microempresa que crece, obtiene ganancias y se posiciona cuidando abejas y produciendo miel. Con esta estrategia se ha ganado un lugar en el mercado gourmet del Ecuador desde hace siete años.

    Esta iniciativa de Salomé Flores nació en la plantación de su esposo -Ramiro Peñaherrera- en la que se siembra hypericum, una planta medicinal para tratar la depresión. Allí la pareja necesitaba de las abejas para fecundar las flores del hypericum. Ellos regalaban la miel a familiares y conocidos.

    En el 2006, al constatar que la miel tenía aceptación, la pareja adquirió 140 colmenas de abejas africanas. Pero enfrentaron un reto: las abejas cosechaban el néctar de otras plantaciones y no de la suya, por lo que decidieron dividir las colmenas y enviarlas a Guayllabamba, Ibarra, Chaltura, Los Chillos, Tumbaco y Alangasí.

    Esto dio como resultado nueve variedad de mieles que se diferencian entre sí por su color, transparencia y textura. Esto, según Flores, se debe a la variedad de las flores de la región donde se encuentren las abejas. La pareja comenzó entonces a comercializar sus productos no sin antes diseñar la presentación de los empaques. Hoy, la firma trabaja con empresas como Avianca, Cyril, Galería Ecuador Gourmet, entre otras.

    Diego Castillo, gerente general de Galería Ecuador Gourmet, ofrece este producto. Él señala que la miel de esta microempresa brinda todas las bondades en un empaque exclusivo.

    Para mantener el cuidado de sus colmenas, Flores trabaja en conjunto con cuatro pequeños productores quienes también cuentan con sus propias abejas. «Contamos con 1 000 colmenas para la fabricación de nuestra miel», explica.

    Su reto principal fue trabajar con los apicultores puesto que considera que «es difícil romper el esquema de producción tradicional y convertirlos en pequeños emprendedores». De igual manera, diferenciarse de la miel extranjera brindando un producto natural sin aditivos fue otro desafío. «En el Ecuador no se ve la miel como producto potencial a pesar de ser de gran calidad».

    Hoy esta firma quiteña factura USD 2 000 mensuales y los precios de sus productos oscilan entre USD 2 a 57. Su servicio de personalización es gratuito.

    María del Carmen López, asistente administrativa de Coolbrand Publicidad, cuenta que adquirió este producto hace cinco años como regalo para sus clientes corporativos en Navidad. Ella explica que escogió la marca por ser algo diferente y novedoso por su presentación original. «El sabor era excelente y la miel tenía diferentes colores lo que lo convierte en un producto único».

  • Las pymes apuestan por nombres extranjeros

    Redacción Guayaquil

    La parte más importante de una marca es su nombre. Este es el que le otorga una identidad y lo vuelve diferente a las demás. Algunas marcas y microempresas locales optan por dar un nombre en otros idiomas: inglés y francés son los preferidos.

    Por ejemplo, la marca guayaquileña de ropa, Muse, se lanzó este año al mercado con el nombre en inglés. Significa ‘musa’ en español. Otro caso es el de la microempresa Chokolat Patisserie. Este nombre se inspiró en la palabra francesa ‘chocolat’, que quiere decir chocolate. Asimismo, la pastelería La Bonbonnière, de Guayaquil, escogió el idioma francés.

    ¿Por qué estas marcas locales usan un nombre extranjero para identificar su ADN corporativo? Para el consultor en marketing, Cristopher Gruenberg, se debe a que los países latinoamericanos suelen seguir tendencias de Europa y EE.UU. Agrega que hasta hace unos 5 años se relacionaba lo nacional con menor calidad, por lo que algunas marcas optaron por una «extranjerización».

    Una opinión similar la tiene el experto en marketing Juan Francisco Farías. Él añade que los nombres extranjeros se utilizan en países emergentes como estrategia de posicionamiento. Además, se pueden relacionar con la confianza. «Se asocian con marcas de éxito«.

    Dice que esto hace que el consumidor -a veces inconscientemente- relacione los nombres extranjeros con solidez y respaldo. «Sienten que detrás de las grandes marcas hay un soporte; alguien a quien acudir si existe una queja. Usar nombres en otros idiomas otorga ese valor».

    Alan Beltrán, propietario de Muse, asegura que escoger un nombre en inglés responde al target y a las características del producto. Los estudios de mercado son determinantes para la creación de la identidad corporativa. Beltrán indica que se buscaba expresar sofisticación y elegancia; lo que se lograba mejor a través de un nombre anglosajón.

    Otra microempresa que se decidió por un nombre anglosajón es Play Kids, que elabora medias zapatos para niños. Martha Yong, propietaria, asegura que fonéticamente resultaba superior el nombre de una marca en inglés. Sin embargo -asegura- puede representar un problema con los clientes que solo hablan español.

    En cambio, las propietarias de Chokolat Patisserie, Irene y Cristina Monge, opinan que los nombres en otros idiomas pueden ser más fáciles de recordar. Esto, daría una ventaja frente a la competencia. «En nuestro caso, buscamos algo que sea agradable y estuviera de acuerdo a lo que simboliza el producto».